De Clara Caulfield
¿A quién no seduce un arroyo? Nada malo hay en él sino agua y vida. Por el cauce bajan seres misteriosos entre el musgo: cantos que parecen gemas y larvas a las que mañana les brotarán las alas.
Así es la lírica de Clara Caulfield, poesía que renuncia a la solemnidad de los grandes ríos y nace fresca en cada verso. Cada poema es originario, tenemos la sensación de que primero ella fabrica las palabras y luego las usa para sus propósitos literarios. Digo que fabrica las palabras porque éstas aparentan ser inaugurales, acuñadas por la poeta. Pero no es así, no las fabrica, las encuentra, rebusca en la calle, junto al bordillo de la acera, en los semáforos, en el pasillo de casa, en los bares… Da igual, cualquier palabra puede serle útil porque el secreto es sintáctico. Clara tiene esa virtud que comparten los grandes cocineros con los grandes poetas: la de hacer con muy pocos ingredientes sabores nuevos.
Los poemas de Clara Caulfield turban como turba la belleza de un rostro sin maquillaje. Son brutales y están completamente desnudos, apenas si poseen, eso, palabras. Algunos versos gráficamente intentan vaciarse por completo y se quedan temblando con una sola conjunción en toda la extensión de su línea.
¿Qué es lo que tiene entonces La tristeza alegre de la electrónica, el libro de Clara que hoy presentamos, para interesarnos tanto, para merecer ex aequo con La ceniza del latido el Primer Premio de Poesía El Cercano? Tiene, como hemos dicho, ese magistral uso de la palabra civil, la que vive entre nosotros y no forma parte del, en ocasiones, alambicado universo del lenguaje poético. Y tiene, sobre todo, una capacidad: la de dirigirse al corazón del lector como una espada. Hay poetas como Rilke que nos ayudan a comprender el mundo y otros como Clara Caulfield que nos hacen mezclarnos con las cosas del mundo: un portal, una botella de cerveza, un coche, un poco de rimmel, un par de botas Dr. Martens… Es el grito de las cosas comunes que surgen de la poética de Clara para construir el retrato enamorado y trágico de la vida.
A primera vista La tristeza alegre de la electrónica se puede tomar por un poemario de desamor, el llanto de la amada por la pérdida del objeto amado (poemas del abandono, por así decirlo). En mi opinión, es mucho más que eso porque significa una respuesta rebelde contra el mal amor, contra el amor a medias. Gabriela Mistral, en sus inigualables Sonetos de la muerte, se lamenta por la pérdida de la compenetración espiritual con la persona amada. No es el caso del Clara Claulfiel, cuyo lamento no se dirige en realidad al amante, sino a la imposibilidad del amor, a que el amor no sea.
La voz de mujer que surge de La tristeza alegre de la electrónica es la de una amante insumisa que se rebela ante la mediocridad del amado, ante su incapacidad para comprender el misterio al que ha sido convocado:
“Le he declarado la guerra al invierno
a tu forma de quererme a medias y mal”
dice en un poema, y en otro
“Quizás todas las piedras
que lancé contra
el tejado
era yo intentando
quedarme
o…
¿eras
tú huyendo?”
y en otro más
“Me pregunto si
se te rompe la vida
cuando intentas coger mis ojos
pero nunca los alcanzas
porque ya sólo son míos”
Pero esta voz a la que me acabo de referir también es la de un ser que se afirma, que proclama su derecho a ser él mismo:
“El dedo que apuntaba a los demás
resulto apuntarme a mí”
o más explícitamente en poemas como el titulado: “Porque los cólicos nefríticos no crean agujeros negros” o en el que dice. “Hay algo catastrófico en intentar ser uno mismo”
Si estos son probablemente los dos grandes ejes temáticos del libro, otra cosa que lo caracteriza es su cadencioso ritmo interno. Fuera del metro, en el territorio del verso blanco, pocas veces nos encontramos con un ritmo, con una musicalidad tan definida. De la renuncia a la versificación sale un compás que nunca se equivoca, se ahoga, da un traspiés, o deja escapar un ripio.
Estamos ante la ópera prima de una poeta que tiene voz propia y que rezuma originalidad, sinceridad y frescura. Los que hoy leemos sus primeros versos con la sensación de hallarnos ante algo nuevo, aguardamos con curiosidad e impaciencia sus trabajos futuros, porque estamos seguros de tener delante de nosotros a una creadora consistente y de largo e inspirado aliento.