Estimado Moncho:
A mí que me perdonen todos los que se oponen a esta desvergüenza del Partido Sueminencia Obrero Español (¿en dónde andarán los obreros que trabajan en ese Partido?) a base de manifestaciones generosas en Madrid, dios mediante; a base de algaradas al caer el sol, (si tanto cantan el cara al sol no sé porqué siempre salen de noche); con concentraciones de jueces-momias delante de los palacios de justicia, resucitados de repente por un conjuro del Libro de los Muertos; con las amas de casa jurando en arameo ante una etiqueta del Mercadona; con el dueño de Mercadona y otros ceesoés explicando la lección a nosotros los vulgares consumistas espasmódicos; con los generales con la gorra de plato de lentejas puesta al revés, como los raperos; con los obispos de la conferencia episcopal salivando doctrinas benditas; con los parroquianos del bar de mi barrio que cauterizan sus almorranas en los taburetes a base de pólvora para salvas con el culo; con la corte de san Petersburgo diciendo que les gusta la fruta porque a Miguel Ángel Rasputín la fruta le produce ingenio; y con los tres sindicatos minusválidos que quedan sin subvencionar. Y con el pobre Fernando Savater que no se cansa nunca. No, estos han hecho lo que han podido y alguno, que no cobra por ello, seguirá en la trinchera: pobre, pobre Savater que no da más de sí. Que me perdonen todas estas buenas intenciones de las que está repleto el Averno porque quién de verdad se ha opuesto a la investidura de Sáncho el Fuste ha sido su Majestad el Rey Felipe Bi. Le ha puesto una cara muy seria al autócrata indecente como si fuese el emoticono cascarrabias que vive en el palacio de la Zarzuela. Olé. Desde que el sujeto Pimpollosóe ha entrado en la sala de jurar, de prometer o de casarse por lo civil, hasta que se ha ido con la culo hecha gaseosa, el rey Felipe tenía una cara de herrero tan rigurosa que me pareció Shrek o Elmer Gruñón sin escopeta. Estas muestras de rebeldía monárquica contra la autarquía de los anticonstitucionalistas antimonarquinos no será olvidada jamás por todos aquellos que trinábamos en silencio, por el Pueblo “Soberano” y “Veterano” de Osborne, por los súbditos santos y por los que sufrimos de amores: parecía usted, querido rey Felipe, el presentador de First Dates antes de escojonarse entre bambalinas. Esperamos, con mucha ilusión de agua de mayo en diciembre, ese otro gesto crítico que le queda, gesto censurador e inmisericorde con la injusticia, con la iniquidad, con la desfachatez de los robespierres en el Gobierno antes de que le corten el cuello a María Antonieta: El mensaje de Navidad a la Nación que aun no esté borracha ni dormida a aquellas horas. Si nos falla usted aún nos quedan los otros Tres Reyes Majos.
Atentamente
Lázaro Isadán