Estimado Moncho:
Para meterme en pelotas, yo también, en la ola de bochorno papanatista que nos invade este verano, sin necesidad de tanga salvavidas, corcho en el culo o flotador de neumático, quiero hacer también mi aportación al anticiclón de estupidez generalizada que nos afecta desde hace tiempo y cuyos representantes más conspicuos son los políticos que se asoman a nuestras vidas desde las ventanas abiertas de la televisión, la internet y otras pendejadas varias, después de que los hayamos elegido o algo así. Voy a añadir mi gran idea a la idea magnífica de esa señora, Vicetiple en funciones, que quiere convertir el Congreso de los Diputados en una Torre de Babel, como si a ese Congreso le faltara algún otro detalle para parecerse completamente al coño de la Bernarda: propongo que en el Congreso de los Diputados tan solo se utilice una lengua, idioma o manera de expresión: el idioma inglés, aquél genuino y propio de las Islas Británicas, nada de hispaninglish aznariano y su honrada esposa. Para defender mi mamarrachada voy a enumerar varias razones incontrovertibles:
- Muchos de los sus Señorías no saben inglés, con lo que nos libraríamos de sus espiches abstrusos, de sus lugares comunes y de sus idioteces expelidas a través de laringe. Muchos tampoco saben castellano y de momento no les ha pasado nada, así que por ese lado todos tranquilos.
- Los que han aprendido inglés y son capaces de hablarlo lo han hecho llevados del legítimo deseo de conocer un idioma que les pueda servir para comunicarse con el mayor número de personas en este mundo y en el Más Allá de Bruselas. El inglés es idioma obligatorio en nuestra depurada enseñanza básica y bachillera (depurada porque ha sido podada de saberes inútiles como filosofía, latín y griego, literatura…) y muchos padres se gastan lo que no tienen en darle a sus hijos estancias en países en los que esa lengua anglicana es método habitual de comunicación entre las gentes. Como queda comprobado a lo largo de cursos académicos ya abundantes en nuestra historia reciente, saber inglés no eleva el índice intelectual, los diputados no deben, pues, preocuparse.
- A los que no sabemos inglés, ni malditas las ganas que tenemos, se nos evitaría escuchar sus inteligentes comentarios, sus puyas ingeniosas de tan buen gusto, sus chistes racistas y sus defensas a ultranza de sus garbanzos a expensas de los garbanzos de los españoles idiotas, que somos los demás, y que tampoco ahora los entenderíamos. Cambiarían garbanzos por cucuruchos importados de pescado frito en grasa de cerdo de York, para degustar en los descansos entre pleno y pleno o entre comisión de investigación y comisión de investigación. Ni que decir tiene que, para ayudar a mejor enviar estos alimentos hacia el Subway, los ujieres de toda la vida se convertirán en mayordomos de Ágata Christie y les llevarán a sus Señorías, para beber, wáter tónica del wáter, o un buen grog de ginebra que desenvuelve la lengua y el genitivo sajón.
- Las sesiones del Parlamento español alcanzarían difusión mundial, con lo que, así, por esos mundos de dios se comprobaría nuestra inteligencia congénita y nuestra farfolla intrínseca, disminuyendo esa plaga infame que es el turismo de alta calidad vomitoria que nos invade, porque nos cogerían tanto miedo como el que nos tienen en fútbol.
5.Los portavoces de los partidos políticos se irían a Londres una buena temporada para mejorar su nivel de inglés con lo que nos libraríamos de ellos por algún tiempo y, a lo mejor, con suerte, no volvían.
- Cuando los xenófobos de ciertos lugares de este viejo terruño se pusieran a hablar en inglés de macarras quizá dejarían de menospreciar otro idioma que les es tan fácil de hablar, el castellano. Lo de descifrar lo que dicen, igual que ahora.
- Por supuesto dentro del palacio de San Jerónimo no se podría hablar en otro idioma que no fuese el de Margaret Thatcher, aquella angelical mujer. Las nóminas y prebendas estarían escritas en inglés, con lo que aumentaría el numero de “Gestorías de Interpretación de Manducas Oficiales”, y disminuiría el paro.
- Los partidos políticos y sindicatos que ahora se aposentan sobre los hombros de los españoles pronto pondrían en funcionamiento unas academias subvencionadas por el Estado, con el lema publicitario de “Aprenda usted inglés sin apuros y sin esfuerzo, sobre todo sin esfuerzo”. Con esto también bajaría el paro, porque por cada alumno harían falta seis parientes profesores filólogos, decenas de asesores de orientación laboral para diputados sin aptitudes idiomáticas y cientos de psicólogos del fracaso escolar para afiliados mayores de cuarenta años.
- El BOE sería redactado en inglés con lo que mejoraría notablemente su sintaxis aunque su interpretación me temo que seguirá siendo tan transparentemente opaca. No todo va a ser perfecto.
- Se pondrían de moda las controversias eruditas. Los del PP citarían a Chesterton y su cura Brown; los del PSOE citarían a Bernard Shaw y su “Comandante Bárbara” y a Emily Brontë de “Cumbres borrascosas”; los de Sumar a Oscar, a Wilde, a Virginia y a Wolf; los del PNV a Swift y sus “Viajes de Gulliver a Liliput”; los catalanes el “Robinson Crusoe” y su negro Viernes Negro; los de Bildu, “El perro de los Baskerville” y “el Doctor Jekyll y Míster Hyde”; los de Vox, “Rebelión en la Granja”, intensiva. Todos hablando un inglés finolis de la City como arzobispos de Canterbury y sus monaguillos. Qué deliciosas sesiones disfrutaré oyendo la discusión de los Presupuestos Generales del Estado desde la lejana posición del escaño de mi casa acompañando con mis manos los aplausos del concierto de Los Beatles y Otros Escarabajos.
En fin, existen muchas otras razones de peso para que en ese palacio tan gastado como es el de la Carrera de San Jerónimo, ahora de San Jaime, se hable exclusivamente inglés pero no voy a enumerarlas porque el idioma en el que yo escribo ya no está de moda, no sirve para nada y nadie quiere hacerme caso. Es como escribir en el chino de la provincia autónoma de Shin-Fun para lectores de la provincia autónoma imperial de Tâ-Cao.
Atentamente,
Lázaro Isadán