Estimado Moncho:
La foto que usted ha publicado en su magacine virtual, con los resistentes asediados del Concello de Ourense de protagonistas, no tiene más desperdicio que el que se pudiera deducir del precio de las materias primas que se han convertido en producto manufacturado. Siempre el embutido gana en valor lo que pierde en humedad. Tan pronto la he visto se me han ocurrido un par de ideas, esas que tengo cada día, no se me vaya a secar el cerebro. La primera de ellas es de dónde han sacado las espadas que tan geométricamente colocan como si fuesen las voluntades vectoriales de unos hombres políticos inclinados sobre el vértice de la vida municipal emponzoñada, pueda ocurrir que estén intentando pinchar una aceituna con hueso. Podrían haberlas sacado de uno o de varios restaurantes de esos que celebran bodas de mucho trapo y tronío como corrida en la Maestranza, esas en las que el desdichado desposado, ayudado por la mano firme de la recién casada, corta un trozo de la tarta nupcial para dar de comer al fotógrafo. O bien, -esto sería más difícil-, las han pedido prestadas a “Paradores de España, Fraga y Portugal S.A” en los que en cada vestíbulo hay una armadura, generalmente vacía de reliquias, de cuya manopla cuelga una tizona, “fiel espada triunfadora que ahora brillas en mi mano etc”. Lo digo porque los modelos de trinchantes con empuñadura de la foto son todos distintos, y se ve a la legua que han sido fabricados en distintos talleres artesanos del Toledo visigodo. La última posibilidad que se me ocurre es que cada uno de los hidalgos caballeros fotografiados en tan gallarda y barroca posición hayan traído cada uno la espada de su casa, pidiéndosela prestada a su legítima (que ha torcido el gesto): ya se sabe que algunas costumbres antiguas son difíciles de desechar y quien nace caballero ha de demostrarlo con sus obras y su atuendo. Me imagino a los jamelgos correspondientes a cada uno, ensillados y atados en las argollas del antiguo palacio episcopal, hoy sede del Museo arqueológico municipal del futuro, exentos de pagar la ORA, esperando pacientemente para llevar a los jinetes propietarios a casa a comer el cocido.
La segunda idea que me ha corroído la mente calenturienta ha sido la evocación de la gran novela de Alejandro Dumas padre, “Los tres Mosqueteros”, que en realidad eran cuatro. Aquí empiezo a derrapar, porque, si bien entiendo cuál entre los cuatro sería D’Artagnan, no sé a cuál de los otros tres correspondería Athos, Porthos o Aramis. Habría que hacer un estudio en profundidad de los caracteres de los protagonistas de ambos folletines para saber en cuál de ellos encajar al dandi, al religioso o al borrachín…,dejémoslo estar. Lo que tengo muy claro es quién sería el ausente cardenal Richelieu, privilegiado lector de Maquiavelo, manejando desde la sombra los hilos de la política orensana a través del malvado Rochefort que ahora, jubilado, usa más la cabeza que la esgrima; también reconozco al pobre y cornudo rey Luis XIII que vive en palacio; y a milady de Winter, la cortesana malvada que no acabará muy bien en esta larga historia ya que será finalmente decapitada por el verdugo del Pueblo Unido Jamás Será Vencido.
Atentamente,
Lázaro Isadán
Cartas desde Lababia (30/07/2022)
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