Estimado Moncho:
“Los jueces rechazan compartir espacios con la Diputación”( titular de “La Región”, edición digital de 02/07/2022)
De una manera inconsecuente La Justicia Orensana le ha dado calabazas a La Diputación. Lo pongo todo en mayúsculas por el enorme respeto que les tengo a los dos términos sustantivizados de mi proposición sintáctica. Y sigo: le ha dado calabazas negándose a cohabitar con ella bajo el mismo techo. No es que la Justicia Orensana no tenga en alta estima a la Diputación, lo que pasa es que una cosa es un polvo de aquí te pillo aquí te mato, y otra muy distinta es tener que levantarte todos los días al lado de un tío al que has conocido en una fiesta salvaje. Dicen que dos que duermen juntos acaban por parecerse y de eso es de lo que creo que intenta escapar la Justicia Orensana cuando ha decidido que no quiere cohabitar con los funcionarios que sobren cuando el nuevo dueño del hotel los haya desalojado de un edificio que hasta el momento era de todos los orensanos españoles y ahora será de algún español que ni siquiera es orensano, el edificio del Palacio de la Diputación en la calle del Progreso.
La Justicia en Orense es justa y de esa virtud no puede escapar, de igual forma que los que caen en las fauces de la Audiencia Provincial tienen difícil escapar a sus decisiones, eso que se llama Justicia Inapelable. Lo vuelvo a poner en mayúsculas por el respeto que le tengo a la justicia que imparte la Audiencia de Orense, faltaría más. Como es tan justa no ha encontrado mejor manera de contradecir al Presidente de la Diputación, en su decisión de vender lo que no es suyo para solaz de ajenos y extraños, que la de oponerse a que dos novios, antes de santificar la unión con un matrimonio de conveniencia por lo civil o por la iglesia del Concordato, vivan en un único hogar común; ese hogar aristocrático, ese otro palacio, el Palacio de Justicia en la Plaza de Concepción Arenal, que también es nuestro, curioso Moncho que me lee, aunque no acabe de creerlo del todo porque sabe que usted tampoco podría irse a pasar unos días allí, rodeado de expedientes de desahucio, ni podría venderlo sin permiso de sus actuales inquilinos ocupas, jueces y escribas de la Audiencia. A no ser que en la sala de lo penal surja a borbotones agua caliente desde las entrañas de la tierra: qué grandes vistas sobre el Miño tendría ese hotel balneario para magistrados achacosos, como las grandes vistas sobre el Támesis que tiene la Torre de Londres. Y dado que en algún lugar habrá que ubicar a los funcionarios que salgan del edificio del Palacio de la Diputación, una vez que empiecen las obras para convertir un inmueble histórico de propiedad pública en un hotelito con encanto y agua termal que ablanda voluntades, de propiedad privada; y dado que en la Audiencia se niegan a alojarlos, lo que yo creo es que a todos esos funcionarios indispensables no les quedará más remedio que quedarse en su propia casa la totalidad del tiempo de su ocupación remunerada, practicando teletrabajo a destajo como se hacía en tiempos del covid a la plancha, porque tienen difícil que una decisión inapelable de la Audiencia de Orense sea revocada por una instancia superior. Esa instancia superior a la que pretende acudir la Diputación, en su afán por vivir y compartir cama, cuarto de baño, mesa y mantel con la Justicia Orensana, sólo podría ser la Xunta de Galicia (corte celestial de apelación con un tribunal infalible de Ancianos y Profetas), que consultará al Apóstol a través del hilo directo del Botafumeiro. Veremos si al final la parejita se va a vivir junta o cada cuál se queda en la casa de sus respectivos padres, que también era la de todos, aunque usted, estimado Moncho pudiera creer lo contrario.
Atentamente
Lázaro Isadán