Estimado Moncho:
No sé porqué cada vez que oigo hablar del Portal de Transparencia de alguna institución pública, mi cabeza se me va hacia el maravilloso y desdichado Houdini, rey absoluto del escapismo. El portal de transparencia debería ser un lugar a través del cual accedemos, sin mayor problema, a toda aquella información relativa a la institución que nos resulte de interés, en cuánto a su funcionamiento, financiación, objetivos, trabajadores y resultados; aquello a lo que se puede acceder sin poner en peligro ningún derecho individual. Sin embargo lo que sucede es que cuando el mago se mete dentro de la urna de cristal llena de agua a rebosar, cabeza abajo y atado de pies y manos con férreas cadenas, a esta gran pecera se le coloca una cortina que tapa todo lo que sucede allí dentro. Cuando se acaba con el espectáculo lo que queda en el recipiente no es el escapista ahogado sino un tiburón, que nada tranquilamente enseñando los dientes al público, o una sirena de la mar con las tetas al aire chapoteando despreocupada. Es siempre un Portal que accede a un vestíbulo que lleva a un angosto pasillo que desemboca en un traspatio repleto de basura, en el que no hay nada aprovechable a mayores de unos cascos vacíos de gaseosa y un infantil balón de goma desinflado que ha llegado allí después de una patada extemporánea. Se queda uno decepcionado. Indudablemente el Houdini de turno, a esas horas en que uno está pasmado, se encuentra ya retozando tranquilamente con una partenaire trapecista en cualquier hotel de cinco estrellas y tres tenedores del Capitán Garfio. Que a nadie se le ocurra acariciar al tiburón porque se quedará sin brazo. El optimista espectador que ha entrado en el Portal, después de comprar en taquilla una entrada multicolor para contemplar el show, ha sido objeto de una burla moderna: la publicidad en todos los medios de comunicación locales sobre la transparencia del cristal, del metacrilato, del agua del arroyo, de los ojos de la novia, de la conciencia del tendero, se ha quedado en eso, en pura publicidad engañosa, como la de esos circos que nos prometen la “caraba” y nos presentan el cadáver de una mula que, efectivamente, araba hacía tiempo.
Haga la prueba, venga conmigo, deme la mano, vayamos a ese portal de transparencia digital, por ejemplo el de la Diputación de Ourense: si usted quería saber algo no tiene más que preguntarlo, ponga sus datos personales en sus casillas correspondientes y un comité de recepción le contestará todo aquello que a usted le trae sin cuidado. Detrás de la cortina, esté seguro, sólo queda el tiburón merodeando en un agua turbia y pestilente, la sirena se ha marchado y el truco de Houdini no se adivina nunca.
Atentamente,
Lázaro Isadán