Estimado Moncho:
Hombre, no creo yo que lo chabacano sea soltar un coño en una pregunta en el Parlamento, como dice alguien enjundiosamente en El País, periódico espiritual más próximo en sus editoriales a Dios que al lodazal mundano. Me da más la sensación de ser una muleta para sostener la frase, un énfasis porno ético, para que la frase se redondee en los labios. Bucales. Un coño a tiempo, no me cabe duda, es siempre un motivo de alegría, de llamada de atención, como el tintineo de esa campanilla que nos despierta, en medio de la somnolienta misa, porque ha llegado el momento del sacrificio, de la entrega de la sangre y de la carne y de la comunión. Es decir, del meollo del chollo. Un coño, sin saliveo que salpique, pero pronunciado en esa parte de la lengua que precede a la oración, es un símbolo de rotundidad, de que se está diciendo una verdad o enfatizando una evidencia. Un buen coño a tiempo es el centro de la frase, el centro de gravedad alrededor del que puede girar ya un sentido figurado. ”¡Qué coño tiene que pasar en este país para que usted reaccione!”. Es una gran expresión plástica, un modelo de comunicación directa, una sintaxis española por los cuatro costados y por el del medio. No es necesaria la traducción simultánea porque este idioma rúnico se entiende perfectamente. Coño. Un coño rotundo es algo deseable a veces porque nos quita de la apatía y de la rutina de la frase hecha. Lo peor no son los coños, son mucho más chabacanos esos aplausos al jefe cuando el jefe suelta sus espiches y, aunque diga la mayor majadería, el tendido de sol aplaude a rabiar al torero porque los aplaudidores quieren merendar rabo y dos orejas. Aplaudir es como pasar la mano por el hombro del secretario general de ambas facciones que le está dando la paliza al respetable de sombra. Aplausos chabacanos y viles, sin coños, que ponen cachondo al orador. La adulación es un defecto que hace crecer la joroba porque hay que andar agachado para estar a la altura de las circunstancias; de la circunstancia, coño. En otros sitios a agacharse para succionar le llaman de otra manera, mucho más chabacana que todo esto de coño, dónde va a parar. No la digo para que no se me tache de soez y chabacano, manito. Coño. La chabacanería sí que está en esos discursos de beatos de derechas y beatos de izquierdas a los que no se le puede mentar la madre patria sin que arranquen en exclamaciones de falso pudor patriótico, porque La Patria es Dios o El Coño de la Bernarda, según. O los meapilas de la igualdad de género, número y especie, que comulgan todos los días con ruedas de molino en la misa de ocho de sus ayatolas comunicadores, cada uno los suyos; o ese lenguaje de putas viejas de los nacionalismos, que se ofenden con una ironía mientras, sin bragas, se mean de pie sobre el país que no es el suyo. En el Parlamento el único coño impúdico y chabacano que se dijo hasta ahora fue el de “se sienten, coño”, que dijo ese gran patriota que fue Tejero que quería toda la Patria para él y los de caqui y para los mismos ladrones de siempre, coño, vaya animal. De bellota, mecachis, coño!.
Atentamente,
Lázaro Isadán