Llevaba un buen tiempo preguntándome a quién se me parecía esta señorita que apareció como un fuego fatuo nupcial tras las nubes grises de la política madrileña y, por extensión, de la política española, y no daba yo con el sujeto que se me asomaba al subconsciente pero que no acababa de salir al brocal, como esas palabras que tenemos en la punta de la lengua hasta que alguien nos chafa el esfuerzo de recordarlas con una memoria más feliz o mejor irrigada. Fue tras una corta siesta de cinco días que tuve un pequeño Pentecostés y recibí una inspiración que me dijo, “tate, macho, Ayuso es la infanta María Teresa de Austria, en moreno”. Así de claro se impregnó lo onírico en mi desvariada mente, esa que conoce de primera mano la sicofonía de la mayor obra pictórica de la historia de la Humanidad humana, las Meninas. Allí estaba todo: Madrid como ambiente, sin el Guadarrama azul, ni La Cibeles madridista, ni el aire acondicionado de las torres Kio: Aznar acostado; Esperancita ( María Agustina Sarmiento de Sotomayor, hija del Conde de Salvatierra y heredera del ducado de Abrantes) dando un consejo sibilino y ofreciendo sus servicios gratis en bandeja de plata; Toni Cantó (Isabel de Velasco, hija de D. Bernardino López de Ayala, VIII Conde De Fuensalida); los consejeros áulicos, la Iglesia (Marcela de Ulloa, madre del cardenal Portocarrero) y la Confederación de Empresarios (un tal Palomino, de los palominos de toda la vida); y Casado ( José Nieto Velázquez, aposentador de la reina) que, en lugar de estar entrando, en mi ensoñación de óleo sobre lienzo, está saliendo, huyendo casi, escaleras arriba. También estaba Vox y Ciudadanos (Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, respectivamente) para hacerle compañía, que buena falta hace; el Páter Familias, el doctor Feijóo, a tamaño A3 a doble cara, que se me aparecía en mi sueño con doble cruz de la orden de Santiago fulgurando en los pechitos, una cruz de ida y otra de vuelta, pintadas a mano alzada por el propio Apóstol con pincel de marta, en pago de los servicios prestados; y los votantes del PP reflejados en el espejo borroso de una monarquía azogada.
María Teresa de Austria está mirando de frente pero la vista se le va un poco hacia un lado y me da la impresión de que la muchacha es un poco sorda y un poco bizca y muy presumida y está acostumbrada a recibir demasiados mimos, es decir es una mimosa engreída. Aun no puede ir al instituto a completar la Eso y su institutriz es analfabeta, así que no tengo muchas esperanzas en sus progresos epiglóticos. Su inmortalidad de figura bidimensional se encuentra extendida sobre ese lienzo del Museo del Prado como una margarina sobre la tostada, que se deshoja sobre los poemas del desayuno de café con porras de un romántico plebeyo cualquiera y quedan los pétalos desparramados sobre páginas insufribles de amores imposibles y turbulentos, con manchas de aceite sobre el papel impreso. Margarita Gautier de Austria, la Dama de las Camelias, sufre en silencio como las heroínas que no pueden recuperar aquel amor de juventud, infelizmente casado por la Iglesia y sin dispensa papal para conseguir el divorcio. Después de Velázquez, Campoamor, Válgame Dior. El conocimiento a través de la intuición, y la intuición a través de los sueños, es un método que produce unos monstruos deformados y temblequeantes que causan pavor. Al revés de Goya, en el que el sueño de la razón produce monstruos, en mi caso velazqueño el sueño de los monstruos produce realidad virtual.
Retratos en la orla. Ayuso
Comparte esta noticia:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Imprimir