Jácome corre mucho, se atraganta con las ideas. Me lo encuentro doblando las esquinas con brazo de hierro, y él sigue su camino como si tal cosa, mientras yo me quedo obnubilado por la velocidad de los geranios. Correr es la actividad más simple del mundo, más simple que sorber la sopa o más simple que sudar, es una actividad en la que no se necesita pensar demasiado mientras vas pensando en otra cosa, pero yo creo que Jácome, cuando corre, solo va pensando en correr o, como mucho, va pensando en qué va a poner hoy de primer plato a estas alimañas. -Estoy corriendo-, parece que se dice a sí mismo como reflexión gnoseológica, -y corro bien. Aunque soy un poco bajito para mi edad, corro bastante bien, el presidente de la Xunta es más alto que yo y tengo que bajar el micrófono después de que él inaugure, pero yo corro mucho mejor, dónde va a parar- . Jácome, de tanto correr, se olvida de detenerse y se sale de los límites de su jurisdicción y se mete en la reserva siux y sale corrido a gorrazos por los guerreros, que lo han visto pasar desde las mesas del tute. Cabrón. A Jácome lo único que le hace falta para que su carrera sea perfecta es la moviola, así podría correr para atrás y podía montar en su video Auria de última generación un ballet zum zum al estilo del genial Valerio Lazarov que nos volvió a todos epilépticos con la televisión del blanco y de la negra. Cuando la miseria entra por la puerta el amor sale por la ventana, canta la copla coplera cascabelera y el alcalde entra corriendo por la puerta grande del Concello mientras por la puerta de atrás salen ratas, ratones, solicitantes de subvenciones, cantantes ciegos con un organillo y un mono, ciudadanos camino de la morgue por agotamiento de paciencia. Por las noches, en el Palacio Municipal dicen que se oye a un fantasma que se pasea corriendo en chándal de verde satén por las lúgubres estancias, arrastrando unas cadenas tan pesadas como el propio pasado, unos grilletes torturadores fabricados por el viejo Maestro Herrero de la Diputación Provincial, el mismo cojo Vulcano que afila cuchillos y le pone las herraduras a las caballerías y a los zuecos de los paisanos, o viceversa.