Estimado Moncho:
Usted, con razón más que justificada, pero insidiosa, me ha acusado de propasarme muchas veces en mis Cartas desde Lababia con la utilización de dobles imágenes, de dobles sentidos y de dobleces. Esa afirmación, aunque es justa, ha producido en mí un resquemor cínico que intento curar rascándose como los perros, con la pata de atrás. Pero como ha sido usted el que me ha dado la idea de que “Casado quiere soltera”, expresada como titular en la página del Cercano, me voy a explayar en ese juego de palabras que tanto y tan poco quiere decir, con el único afán de vengarme de sus innobles acusaciones. Yo, que no tendría la buena ocurrencia suya, hubiese preferido decir “Casado busca soltera”, o, “el Casado quiere a la soltera”, “Casado solitario se ofrece a soltera de buen ver para guisar, planchar y lo que haga falta”, o, “Casado, blanco, cuarentón, pechuguitas, se ofrece a soltera etrusca. Griego profundo, francés completo”.
“Casado, master en el alambre, se ofrece a soltera sin posibles. No es necesaria dote”.
“Casado decente, sin conocimientos previos de memoria histórica, busca a doña Rosita la soltera. Abstenerse guardias civiles”.
“Casado con posibles busca a soltera con correas. Se recompensará información que conduzca a su localización”.
“Cabrito Casado tiende asaduras para soltera de buen ver”.
“Casado te quiero, que no soltera”.
“Mi tio Casado y yo”.
“Malquerido y Malcasado desearía entablar relación epistolar y lo que surja con soltera joven y virgen”.
Si quieres, Casado como estoy, me fugaré contigo, soltera como fuiste”.
“Lolita, te espero a las cinco enfrente al cine Mary. Tu Casado”.
“Ulises Casado, desmemoriado, busca a su Circe soltera. Penélope no se entera”.
“Otelo Casado, viudo, desea obra de teatro en la que actuar de soltera”.
“El Casado, casa quiere. Y soltera que la habite”…
Si yo hubiese sido un decadente Edmond Rostand tal vez pudiera en esta carta dejar una larga estela de solteras y casados, una estela de solditos y casodas, de caodos y seltoras, de soldadas y cesados. Mas, amigo Moncho, como podéis observar, mi apocado ingenio da para bien poco. Pero queda usted avisado.
Atentamente,
Lázaro Isadán