Estimado Moncho:
Cuando un día nos levantemos por la mañana tendremos, además del mal sabor de boca de los malos sueños, la sensación real, palpable, de que el aire que respiramos ya no nos pertenece, de que estamos usando algo que entra en los pulmones con el beneplácito gracioso de una entidad privada creada con fines lucrativos. Qué ha pasado, nos preguntaremos mientras aun escupimos sobre el lavabo los restos de la espuma del dentífrico: El aire que respiramos ha sido gentilmente privatizado por la autoridad democrática incompetente, en aras de recaudar unos duros que sirvan a esa misma autoridad democrática que nos gobierna para proveernos de unos servicios públicos que ya no existen porque también han sido privatizados.¡Y usted que se creía que podía respirar a pleno pulmón cuando, poseído por un espíritu bucólico, se asomaba al mar de Vigo a mirar un culo de garota de Ipanema del otro lado del océano!. No, ha sucedido que le han puesto, igual que con el agua del grifo, una cuota mínima mensual y, si se pasa usted de los mil litros de aire sucio inspirado, el asunto se dispara y tendrá que pedir un préstamo para pagarle el recibo a Airegest o a Generadores Eólicos Alberto S.A. Cómo se ha llegado a este despropósito, se preguntará usted que es más antiguo que María Castaña. Se ha llegado, le contesto yo, porque nosotros se lo hemos permitido a las autoridades democráticas que nos desgobiernan: En estos últimos cuarenta años se ha estado transfiriendo, sin pudor, sin pausa, con prisa, la propiedad de lo público rentable a manos de unos pocos que, no por ser pocos dejan de ser desconocidos y los mismos de siempre. Desde la gran Telefónica, desde el Pony Express, la gran Campsa, el gran Rescate bancario, la gran Sanidad pública, la seguridad insegura, las grandes autopistas y las medianas, las itv, adiós ríos, adiós fontes, adiós regatos pequenos, todo ha acabado en ese remolino, a cambio de unas cantidades que ya están gastadas en fiestas privadas de unos cuantos, chachachá, en puertas giratorias y en aguinaldos suculentos a los partidos y sus gerifaltes de antaño y de ahora. Esta gente, cuando se encarama sobre nuestros hombros para que el agua no le llegue al pescuezo, cree que aquella poltrona sobre la que asienta su afeitado culo blanco le pertenece, como le pertenece el tiempo de ese bedel al que manda a hacer la compra de su señora. Sino, no se entendería el gran latrocinio y la gran desfachatez. Hasta el Monasterio del Escorial, símbolo del churrasco nacional y gambas exhibicionistas con gabardina, ha servido de marco incomparable para la boda de mi niña, que no se va a casar en una capilla románica hortera sin mármoles y sin categoría. En mi Imperio de las Azores tampoco se pone el sol.
Me tomo una dosis de inhalador que me abra los alveolos y me calme los nervios y sigo: he leído en la Voz (la que no es de Sinatra), que el jefe de la Diputación de Orense pretende que se construya un hotel termal en lo que ahora es palacio de aquella, calle del Progreso Bajo , trasladando los servicios de ese vetusto edificio a oficinas más acordes con los tiempos que corren que se matan. Con ese hotel de cincuenta habitaciones, por fin quedará solucionado el problema del aprovechamiento termal de la ciudad burgaslesa y estaremos, en lo que se refiere a balnearios, a la altura de Baden-Baden. Hay un cuento de Aldecoa que se titula “Los Pájaros de Baden-Baden” en el que no sale ningún pájaro. Aquí sí. Bien, teniendo en cuenta que el edificio venerable de la Diputación es como una caja china que solo sirve para albergar cajas chinas que contienen otras más pequeñas hasta que se llega a la nuez del despacho del presidente, el hecho de trasladar los servicios de la Diputación a un lugar más o menos alejado no iba a suponer ningún contratiempo para nosotros, los súbditos del Príncipe, porque, más allá de proyectar un bache con chapapote, este organismo de Ourense nunca ha servido para nada y aunque se vaya muy lejos sólo la cafetería de enfrente se iba a resentir. Pero el hecho de entregar un edificio tan de todos en manos de un gestor privado que se va a lucrar con él es, dicho con una expresión castiza de Seixalvo, un robo a cara descubierta. La careta del atracador, que es cara dura, ya no hace falta sacarla del armario. Mientras las termas públicas decaen irremisiblemente por descuido alevoso, se pretende que un hotel nos haga orgasmar de trascendencia y riqueza en la ciudad. Cincuenta habitaciones con ducha de bidet termal lo solucionan todo. Mientras un edificio como la antigua cárcel, tan próxima ella a la Burgas de mis callos y entretelas, se desmorona por las esquinas, se pretende poner en manos de Pilatos una propiedad pública para que se lave con agua mineral todo aquello que esté sucio, sobre todo las manos. Para algunas cosas el edificio de la cárcel siempre sería el más apropiado y tal vez se debería trasladar la Diputación allí ; y si de turismo se trata se puede vender la publicidad de que el fantasma de un preso condenado a muerte vaga por las noches por los pasillos, con la cabeza cortada enredada en las cadenas. Qué gran propaganda a la misma altura que la que Chaucer y Jane Austen hacen a Bath. Qué lástima que la Generación Nós no ande por aquí para hacer literatura con la cárcel-balneario y los gritos lastimeros de los antiguos y desgraciados inquilinos. Pero claro, la Generación Nós tampoco es ya de Nós, Su Señoría, ya la han privatizado hasta reducirla al absurdo, ya no tenemos quién nos defienda. Toda ciudad balneario necesita un poeta y un profeta. El Profeta lo tenemos pero las profecías no se cumplen. O sí.
Ahora que el erario público gallego ha recuperado en parte aquel pazo de Meirás, tan sutilmente extraviado en tiempos no lejanos, quizá haya que compensar regalando el palacio de la Diputación de Ourense a algún amigo para que no se nos suba la riqueza a la cabeza, que los gallegos, cuando nos hacemos ricos, nos ponemos más tontos de lo que ya creen que somos.
Vaya usted respirando con moderación y no bufe, que es muy caro.
Atentamente,
Lázaro Isadán