Estimado Moncho:
He tenido mala suerte. Esa conjunción astral que se da, según algunos, en ciertas ocasiones aciagas (y que yo creía que se daba siempre, en mi caso, de la mañana a la noche) ha sucedido en la desesperante jornada de hoy. Todo parecía discurrir en el aburrido discurso de las horas hasta que me puse a leer el periódico de todos los días, el de siempre, para qué voy a cambiar ahora que ya estoy viejo y ya conoce mis manías (El País del 02-10-2019). Más allá de la portada, frente a ella, se puede decir, ante la colcha impresa desplegada sobre la mesa del bar, temblaba en un fulgor púrpura el vino de mencía que me daría fuerzas para emprender la faena y, al lado, una tapa, un buche de pan con jamón, para que los grados del alcohol se me vayan a la cabeza y dejen en paz mi delicado estómago, sobre todo a estas horas fatales del mediodía, medio día en Canarias.
Con el periódico sigo el rito contrario al de la misa católica, el sacrificio, el cuerpo y la sangre al principio, Aristóteles al final, así que comencé por la última página leyendo esa columna que debe ser incisiva, rápida y letal. Explicaba explicaba… explicaba. Nada. Acabé con gusto el trozo de pan, a veces masticar se hace difícil. Y di la vuelta a la fecha: lo mismo de los demás noticieros: un jeque árabe asesino, un Perú que se ha vuelto pavo, un policía corrupto convertido en Señor de las Moscas… La pequeña digestión continúa. Vinieron después Páginas de Ponerse a Pensar, esquinas para castigados: sablazo semántico de un antiguo gobernador del Banco de España, y un timo sintagmático de un antiguo ministro de exteriores. Ambos (el señor Solana por lo oscuro y el señor Fernández Ordoñez, será por lo ordenado) explican lo inexplicable con una sangre fría propia de asesinos a sueldo. Estos discursos me recuerdan las homilías de los curas pederastas aleccionando sobre el decoro. En las películas hechas en Hollywood los Gobernadores siempre tienen hijas hermosas que son raptadas por piratas guapos y los Ministros levantan alzacuellos y una pistola derringer. Aquí no. Aquí dan lecciones sobre lo contrario de llamarse Ernesto. Me atraganto y protesto: “Concha, dije, ¿qué mejunje diabólico has puesto en el vaso en lugar del vehículo de Baco? ¿Que versión has comprado de este periódico habitual?
Pero el golpe definitivo a mi cordura vino a darlo otra noticia escondida entre las mantas. El nieto de Franco había sido absuelto por la Audiencia de Teruel del delito de atropello a un guardia civil. Según aquellos tres justos (ni los diez de Sodoma y Gomorra, ni los Doce hombres sin piedad, sólo dos mujeres y un hombre) que revisaron la sentencia condenatoria del Juzgado de Primera Instancia de lo Penal (30 meses de cárcel), el agente atropellado tuvo toda la culpa por ponerse en medio cuando un piloto automático desconocido condujo hacia atrás, hasta dejar chafado el vehículo de la Benemérita. Tan marcha atrás fue que logró modificar el Tiempo y el Espacio y encontrarse en ese momento en Madrid. ¿“Regreso al futuro” aunque su tendencia es regreso al pasado? ¿Don de la ubicuidad? Nunca se sabrá. Los párrafos de la sentencia de la Audiencia son un ejemplo de clara defensa de la presunción de inocencia (que dios nos asista siempre en la hora de nuestra muerte), ejemplo de la claridad con la que la Justicia levanta la venda para ver a algunos con el ojo tuerto, y ejemplo a su vez de ese maravilloso lenguaje que utilizan los probos juristas perseguidores sañudos de la Verdad pasando sobre cualquier cadáver. Antes muertos que mancillados. Si usted o yo, querido Moncho, nos saltamos un semáforo en rojo, con palabras casi soeces se nos conmina a identificar al conductor o a hacernos cargo de las responsabilidades. En este caso no. El guardia civil podía ir fumao y confundirse en la identificación; el coche, de una empresa de otro Franco, apareció allí procedente del éter con el que nos fumigaron. Parece que irse de rositas sin espinas es tan fácil como irse de copas.
En fin, que ha sido un día para olvidar, un día para la ira, la lujuria, la gula, la pereza, la soberbia, la avaricia. Y un día para la envidia. Ojalá, me he dicho, cuando me tengan que revisar una sentencia por mis pecados capitales acabe mi recurso en la Audiencia Provincial de Lababia. Estoy seguro de que no se fijarán en la combinación aleatoria de las letras de mi apellido ni del de mi posible oponente, ni aceptarán que la Verdad se abra paso a golpe de mordidas, perdón, de mordiscos.
Nunca más, lo juro, volveré a leer el diario mientras bebo. Voy a hacer como Leopoldo Bloom y me llevaré las noticias al retrete, por si acaso.
Atentamente,
Lázaro Isadán