Estimado Moncho
He visto en su publicación una fotografía del pintor d. Antonio López sentado en un vagón, supongo que del metro, absorto en su mundo. A veces parece mentira que quién mira tanto lo que le rodea sea capaz de mirarse con esa intensidad su propio meollo, así sea rodeado de gente. D. Antonio López es un pintor ensimismado. Yo no sé lo que está pintando ahora, pero en los cuadros que le conozco hay, me parece a mí, un silencio de nieve. Un silencio tan ensimismado como esa mirada que tiene en la foto. Nadie habla. En Goya se grita. En Velázquez hay asentado un mundanal murmullo. En Picasso, ruido.
A D. Antonio se le ha catalogado como pintor realista, pero yo no estoy de acuerdo. En una época anterior se le encasilló en el realismo mágico. Tampoco estoy de acuerdo. El realismo en pintura no existe. Como mucho, Valdés Leal. La verdad es que el realismo no existe más que en las matemáticas y en la física y en el libro de cuentas del tendero, que incluye a las dos. ¿Qué relación tiene el mundo con un lenguaje artístico? ¿Es realista mágico Gabriel García Márquez? ¿Cuando el Patriarca deambula por el palacio presidencial y aparta las vacas a manotazos, son reales esas vacas y ese patriarca? Ni siquiera las palabras con las que son escritos los libros existen. Lo que se dice se pierde, lo que se pinta deja de ser. No es ni siquiera un espejo. Pero claro, de alguna manera hay que nombrar el mundo para que no se nos desvanezca. Realismo, abstracción, figuración: aceptémoslo todo para no volvernos lelos. El colchón de lana de la habitación de Tomelloso está perdido para siempre. Lo que queda de él, hecho con óleo, trementina, restos de pincel, lienzo, y un clavo que lo sujeta a la pared, no es el colchón de lana de la habitación de Tomelloso, ya está del otro lado de la realidad.
Tiene que perdonarme usted esta melancólica escapada por los cerros de Lababia, pero es que me ha gustado mucho esa foto. Si las sombras y las luces hubiesen estado más recortadas, si los reflejos fuesen un poco menos nítidos, bien pudiera tratarse de un cuadro de Hopper en el que un personaje vive absorto, perdido para siempre en un mundo irreal y simultáneo. Me gustó imaginar esa anacrónica y absurda posibilidad.
Afectuosamente,
Lázaro Isadán