Egipto y la búsqueda de la eternidad. « Le dur désir de durer ». Primera parte.
¿Qué es Egipto? Para muchas personas, Egipto es la tierra de los misterios, los enigmas o los secretos. El país de las pirámides, la escritura jeroglífica o las momias. Para mí, Egipto es la tierra de las respuestas o el país donde se inventa la escritura para perennizar la palabra.
A la distancia de la nariz de Cleopatra nace para mostrar un Egipto diferente al que los medios proyectan, un Egipto real, tangible, alejado de misterios y basado en la Historia.
A la distancia de la nariz de Cleopatra es la crónica de una historiadora del Antiguo Egipto que se aproximó a esta cultura milenaria, impresionada por las pirámides, y se quedó atrapada en los cimientos que sustentaban las moles pétreas de Guiza, la búsqueda de la eternidad o “el duro deseo de durar”.
A la distancia de la nariz de Cleopatra quiere ser una reflexión sobre el hombre y el tiempo.
Si digo “Egipto” la primera imagen que viene a la mente son las tres pirámides de Guiza. Los complejos funerarios que los faraones de la IV dinastía erigen para salvaguardar su memoria, establecer su recuerdo y salvarse de la muerte. Las pirámides, como los templos o las tumbas de los hombres, tienen como finalidad perpetuar el nombre de su señor. Son los monumentos que el hombre construye en piedra para vencer a la muerte.
La palabra egipcia Menu, monumento, deriva de una raíz √Mn (Men), que significa ‘firme, estable o perdurable’. Esta raíz, cuando añadimos afijos, se actualiza creando nuevas palabras con un significado que siempre girará en torno a la acepción base. De esta manera, si actualizamos la raíz mn con un sufijo -w, tendremos la palabra mnw (menu), cuyo significado es ‘monumento, monumentalidad’.
La monumentalidad, para el antiguo habitante del Valle del Nilo, es hacer que alguien perdure; es la continuación del tiempo acabado (la vida) en el tiempo inmutable del reino de Osiris (la muerte). Y el monumento funerario, la tumba, es lo que permite a la élite de la sociedad egipcia penetrar en el espacio sagrado e inmutable de la permanencia. Se trata, en cierta manera, de alcanzar la inmortalidad.
Así pues, el hombre egipcio, como el resto de la humanidad, aspiraba a la inmortalidad y para ello establecía su monumento funerario. La tumba era el espacio sagrado de la permanencia, el monumento que libra al hombre de la muerte convirtiendo a este en un imakhu, un muerto venerado que aspira a “estar cerca de los hombres y cerca del Gran Dios”.
Por esa necesidad de permanencia, de eternidad, las tumbas de los altos funcionarios comienzan a cubrir sus paredes con lo que yo he llamado “la retórica de la salvación”, discursos cuyo objetivo es convencer a quienes los leen de las bondades del propietario de la tumba y, por ende, de la conveniencia de actuar por el muerto. La retórica de la salvación sería, salvando las diferencias, como el facebook de la época, un muro de piedra cubierto de palabras destinadas a integrar y destacar socialmente al hombre. La finalidad, en ambos casos, es impresionar a quien lo lee y por ello los muros reales y virtuales se cubren de acciones reconocidas socialmente. La diferencia es, entre otras muchas, que facebook es para la vida, mientras que la “retórica de la salvación” aspira a superar la muerte.
Superar la muerte, para un noble, implicaba tener un monumento, una tumba inscrita con su autobiografía, en un estilo edulcorado y redactada bajo unos cánones literarios denominados por los mismos egipcios, función de necrópolis. La función de necrópolis es la conciliación de la vida profesional con la personal. Una carrera profesional destacada al servicio del rey y el ejercicio del “buen comportamiento” permiten al egipcio convertirse en un imakhu, un hombre respetable cuyo nombre no puede ser olvidado.
“Un hombre existe cuando su nombre se pronuncia” dice la máxima egipcia, y para que el nombre de un hombre no se olvide, el hombre debe haber vivido de acuerdo a maat, principio ético, moral, religioso y político que rige la sociedad egipcia.
Decir y hacer maat salva al hombre de la muerte.
Y ¿Qué es maat? … en la próxima entrega.