Atrás han quedado los convenios clásicos que ponían de acuerdo a trabajadores y empresas, adelantados por otro tipo de convenios que llegan por miles entre distintos colectivos, asociaciones, aparatos de poder, colegios profesionales, organizaciones empresariales, clubs deportivos, órdenes religiosas, cámaras, colegios de enseñanza, universidad, instituciones oficiales, entidades financieras, liceos, ateneos, fundaciones y sinfín de células para la gobernanza del sistema. Se imponen como moda, publicidad y propaganda, que incluye foto de la firma en el periódico, gesto persuasivo de los oportunos firmantes del convenio ante el resto de miembros que representan, y así renueven su confianza en los perpetuos del ‘curruncho’ de poder que toca.
Resulta curiosa la moda, pues parece que su diseño responda más al mero deseo de impactar la atención de los representados que a atender los intereses de la naturaleza del grupo. En lugar de que la causa determine el efecto, aquí, en ‘reviravolta’, el efecto acaba desvirtuando la causa, y tenemos organizaciones educativas organizando espectáculos de entretenimiento, confederaciones empresariales organizando carreras deportivas, asociaciones vecinales premiando a personajes políticos, corporaciones políticas impartiendo formación de universidad, si bien ‘popular’, etc. Un galimatías de dispositivo social que articula y modela nuestro comportamiento de más perdidos que un abuelo con los últimos smartphone del momento. Parece que el caso sea sumar convenios como ideal; así que convenio por aquí, convenio por allá, convenios como churros de feria sin tener en cuenta que cualquier churro fuera de la sartén del contexto es un churro de idea. Un día, alguien (lo cuento sin ninguna acritud sino más bien con simpatía dada la bonhomía y buena intención que le presumo a quien me lo propuso), en calidad de máximo representante de un colectivo me invitó a hacer convenio con algo que yo dirijo; y le pregunté ‘para qué’ si yo para colaborar con cualquiera no tengo necesidad de firmar ningún papel sino solo voluntad de sumar. Él, shhhhh, no me supo contestar.
Pero más preguntas: ¿Alguien comprende, por ejemplo, los convenios que hacen determinados colectivos con los bancos? ¿Qué condiciones especiales creen ustedes puede ofrecer el actual pensamiento financiero? Suma, resta, multiplicación o división es la ciencia exacta que manejan como para vendernos cuentos con otras cuentas. Yo creo que la cosa es más bien de ‘Instagram’ que de números, pues a nadie se le escapa que las mismas condiciones, tarde o temprano, tienen que aplicarse a todos los clientes, so pena de perderlos por discriminación incomprensible.
Y más. ¿Alguien comprende el reciente convenio que suscribió Diputación de Ourense y CEO, so pretexto del esfuerzo común ‘bla bla bla’ a realizar por ambos para sacarnos de la situación en que estamos? Me pregunto, y mira que estoy preguntón, si en años pasados la CEO disfrutó de presupuestos millonarios gracias a los Cursos de Formación y la Diputación administró los mayores presupuestos con más recursos humanos y extra de dinero a costa de endeudamiento ¿por qué la provincia de Ourense no salió de la cola del pelotón económico español?, ¿qué no hicieron por ella? Perdón, ‘mí, no entender’, o entender cierto interés derivado de 65.000± de aportación de Madre Subvención a nuevo fiel. Y a propósito de los Cursos de Formación, ya sabemos que ha habido reforma de la ley que los regula y que ha dejado fuera de poder impartirlos, precisamente, a los agentes sociales, debido a los escándalos monumentales de corrupción. ¿Se explicará en parte la razón del convenio referido a paliar los recortes pertinentes a este capítulo?
A mí los convenios (en general, siempre hay excepciones, claro está) me hacen sospechar que son instrumentos de ruido para proteger el sonido de la nadería y falta de ima- ginación de quienes los suscriben normalmente.