Contra el dicho aquel de ‘acabado el día se acabó la romería’ se levantan aires de responsabilidad política que alguien tiene que asumir porque no siempre es posible tirar la piedra -aunque se vista de caramelo- y esconder la mano. A asumir los errores queda, políticos, pues aunque el tiempo sea el olvido no deja de convertirse en recurrente idea de que ‘en lo público nunca pase nada’, por muy pasada y mala que sea su consecuencia si no se ha aprendido nada de ella. No voy a entrar en el detalle de los pinchazos, accidentales o por conjura de algún necio, del ‘todo va a ir sobre ruedas’ que metafóricamente y precitamente fanfarronearon algunas voces necesitadas siempre de ecos palmeros; no, no voy a entrar en los pinchazos circunstanciales que son algo que a cualquiera pueda suceder. Yo quiero entrar en harina de otro costal, de mayor calado que la de cualquier espera desproporcionada y sufrida por niños y mayores al fresco invernal del otro día porque las carrozas no llegaron en tiempo justo y normal. El tema que me encrespa y preocupa es la pasta que se gasta el Concello en organizar una cabalgata, cosa de la que todos nos enteramos, eso sí, gracias a los pinchazos de ruedas, ahora sí piezas neumáticas que dan vueltas. Nada menos que cien mil euros del ala y ¡hala, fiesta! fueron gastados en este espectáculo que resultó esperpéntico y por ello noticia de telediarios en toda España. Podría parecer incluso que fuera hecho adrede si los pensantes no ofrecieran dudas severas de que piensen más allá de su patente, porque bien pudieran haber trazado maquiavélico plan que responda a aquello de que lo importante para ser, ‘ser alguien’, no es que hablen bien o mal de uno sino que hablen.
Pero no, la cosa no fue intencionada con el fin de levantar el nombre de Ourense en España más allá que el ‘Soria existe’. Lo que sí fue intención de los que creen que cumplir bien con el trabajo es inventar la pólvora, fue querer hacernos abrir la boca con unas carrozas ‘autopropulsadas’ que no se sabe bien en que se diferencian de las otras, pues del ‘chimpin’ al tractor hay mínimas diferencias. No se explica, tampoco, con la tradición de carroceros que hay en Ourense ganada a pulso de sobradas cabalgatas de flores, hayan tenido que recurrir a la ciudad herculina para contratar a los que montaron estas carrozas de fracaso como un carroza enamorando a moza. ¿Por qué será que entre ourensanos no nos confiamos trabajo a pesar de que después admiramos a los que tocados los huevos por estos ninguneos salen fuera y triunfan por huevos llenos de talento.
Me parece mal el dispendio si lo caso al dato de que el sesenta por ciento de ourensanos no llega casi a fin de mes. Estoy autorizado por mi amigo Willy a hacerle una apuesta a la Corporación pseudodermoestética: sea la apuesta a favor de que si nos entregan cien mil euros para organizar la cabalgata de Reyes del próximo año y no hacemos la mejor que haya conocido Ourense estamos dispuestos a devolver dicha cantidad, y si lo logramos nos conformamos con la mitad, así de pajes vamos. Y es que el guión para una buena cabalgata no tiene que llevar más imaginación que memoria de cuando uno se sentaba de pequeño en la acera esperando a los Reyes y recordar como alucinábamos viendo pasar antes a los romanos de época con olorosas antorchas encendidas, pastores con sus ovejas y alguna estrella que otra, además de las propias carrozas montadas sobre camiones –no sé si estos vehículos son autopropulsado- que iban bien forrados de persuasión para que ningún pequeño dejáramos de creer que los que iban arriba no fueran reyes; además venían otros camiones con pajes y paquetes bien envueltos en papel de regalo para que papá, mamá, el abuelo o quien fuera nos señalase el nuestro entre tantos. Contar con voluntarios de colegios, seguro que los religiosos aceptarían de buen grado participar, para poder representar estos papeles, amén de caballistas de las hípicas, y un par de cosas más serían suficientes para ganar la apuesta: ni de coñas, pienso, se puede gastar cien mil eurazos en tiempos de tanta escasez.
La cabalgata
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