Los corruptos de la FIFA viven a todo lujo y a costa de la pasión inoculada de la gente por la pelotita
EDUARDO J. CASTELAO, enviado especial de EL MUNDO a Zurich Por la puerta principal del Hotel Baur au Lac el acceso es dificultoso. El tamaño de los bíceps de los miembros de seguridad y el escrutinio severo de los conserjes impiden un caminar tranquilo, posible, sin embargo, si el acceso se hace por la puerta de uno de los cinco restaurantes del jardín privado, lugares donde los miembros de la FIFA comían el jueves, después