
Capitulo I.
Harruson Ford aparcó el caballo eléctrico en la zona azul, se bajó parsimoniosamente, se sacudió el polvo y miró con detenimiento la pezuña, un tanto rozada por las piedras, de su montura. Un gesto de contrariedad se reflejó en su adusto rostro de jinete del desierto sideral. “A ver donde encuentro yo a estas horas y en este pueblo de mala muerte un taller que me rellene con hidrógeno verde la cápsula de la