JAIME NOGUEROL
Estoy sentado al borde del Miño. Sólo. Cae lluvia vieja y ourensana. Quiero llamar a las puertas del secreto de mi ciudad. En un temblor, rezo a mi yo más puro. Convoco a las presencias que tejen el destino llameante de este trozo de mundo. Entro lentamente en ese espacio que está más allá de los ojos. Es cierto, sabias ancianas se reúnen en lugares secretos de agua caliente: y cuando mariposas las rondan, se