Desvergüenza: prole ilegítima, deforme y atrofiada de la audacia y la vulgaridad. (Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo).
En el frontispicio de las sedes de los dos grandes sindicatos nacionales de clase (¿alta?, ¿inútil?, ¿trepa?, ¿vaga?, ¿cuca?) figura en letras de oro, como no podía ser menos, el lema que les ha llevado a su Edad del ídem “Nosotros te ayudamos mientras no nos necesites”. Estos sindicatos a los que un optimista cazador de salacot y pocos redaños llamó los “leones dormidos de la selva de los sudorosos”, por fin han despertado con un solo ojo, han bostezado aburridos, y han rugido ante sus hembras para amenazar a los españoles con movilizaciones contra los españoles que no se portan bien y se dedican a trabajar y no protestan lo suficiente ante los partidos de la Oposición que no han querido subir las pensiones y votar a favor de la subida de impuestos y el desistimiento de la propiedad privada. No han dicho en muchos años ni un maullido de pena, ni han farfullado un ronroneo molesto, ante la situación de la pobreza en la que se encuentra un tercio de la sociedad española, ni ante la absoluta precariedad del trabajo nacional, ni ante la inflación desbocada, ni ante la colonización de empresas privadas con dinero público de todos (claro, son sindicatos de clase: ¿alta?), ni ante la degeneración de la sanidad pública. En las alcancías de los dos grandes sindicatos (y de otros, si no de qué iban a vivir) caen con estrépito las subvenciones estatales que sirven para mantener a una corte de huríes y cachorros tan innumerables como los peces del mar y las estrellas del cielo, una caterva de aguerridos liberados con ansias epidérmicas de liberar ollas podridas y pastelones de liebre. Roncaban con escándalo en sus sueños húmedos profundos en los que una sabana poblada de gambas, langostinos y vieiras bailaban un foxtrot con lechones asados, y corderos al espeto, y donde las botellas de morapio colgaban de los baobabs. Austeridad de sátrapas barbudos y somnolencia freudiana en un Jardín del Edén de las trade unions. Ahora han despertado, se han puesto en pie, caminan tambaleándose por la resaca, otean el horizonte y se aprestan a atacarnos con uñas y dientes para que su amo, el amo del Circo de las Pulgas, sepa que están de su parte por si aun quedaba alguna duda. Nosotros los testarudos ñús, a huir despavoridos, sálvese quien pueda, porque vienen a salvarnos con sus garras de pedir. Como decía un griego de aquellos que hablaban de las cosas de comer, “los españoles (los persas) no merecen reproches: hemos de perdonar a las ovejas que huyen ante el león”.
Como los partidos políticos son entidades productivas que se pasan veinte horas al día generando riqueza para todos los españoles es lógico que tengan muy bien engrasadas con aceite de ciudadano, y a pleno funcionamiento, sus máquinas y, dado que producen material de primera calidad, oro o acero inoxidable, quién lo sabe, necesitan cuentas corrientes en las que depositar el fruto de sus desvelos, cuentas corrientes lustrosas y bien lubricadas, carentes de comisiones abusivas , protegidas por los dueños copartícipes del capital, los bancos, sin más control fiscal que el que les suponga una carcajada siniestra tras una puerta entornada. Desde esas cuentas corrientes, una o varias, dependiendo de la actividad frenética parlamentaria en pos del PIB de cada cual, con un talonario vip y una tarjeta dorada, realizan los pagos necesarios a sus proveedores, a sus trabajadoras sexuales y a sus dirigentes, y según sean de derechas o de izquierdas o se hayan ya mezclado de tal forma que ni dios santísimo pudiera reconocer su paternidad y ADN, practican con exagerada mesura el principio democrático según el cual “a cada quién según su mérito, a cada cuál según su trabajo”. Cuando se trabaja tanto y bien y las cosas funcionan de manera tan aceitosa es lógico pensar en ampliar la sede, en comprarle un caprichito a la esposa y en hacerse unas vacaciones en un monasterio budista al lado del mar para programar con calma sus próximas estrategias electorales, comerciales e industriales, la contratación de nuevos operarios y, si es de recibo, la subida de sueldos para todos los directivos del consejo de administración, otrora denominado Comité Ejecutivo, mientras los niños sorben helados de pistacho al lado de la piscina y las mujeres observan con detenimiento el paquete exprés del socorrista mientras la piña colada refresca el esófago, el estómago y la parte interna de los muslos avícolas: son los congresos federales, nacionales o regionales. Dicen que la riqueza atrae más riqueza y que la pobreza genera más miseria. A veces la suerte acompaña la actividad hormigueante de estas instituciones que en el pasado mítico de este nuestro país decían representar al Pueblo; la Suerte redondea las cuentas, pone enhiesto el pasivo y cancela el activo: o bien toca redundantemente la lotería con bolsas de la basura repletas de comisiones o bien alguien les regala un chalecillo en París con inquilinos de solvencia acreditada a los que jamás habrá que pensar en desahuciar. Los antiguos dueños del inmueble histórico, como si se hubieran vuelto locos, han decidido entregarles las llaves, seguir viviendo dentro, mostrarse corteses con ellos cuando se cruzan por la escalera y pagarles el alquiler que hasta hace dos días cobraban ellos. A cambio de ese paso por el Registro de la propiedad de Sodoma, ellos entregan, como pago ante notario, su más absoluto desprecio por los imbéciles a los que el Rh positivo les trae sin cuidado y no practican el antañón deporte del arrastramiento de piedras. El notario francés, de la alta escuela jurídica republicana, ha hecho una advertencia a los contratantes, en forma de coda a la escritura de donación sin animo de lucro: Al Pene Uve lo que es de todos y a Dios lo que es del Pene Uve y lo que se recibe en el cielo no se trocea en la Tierra. A saber qué significa todo esto.