La Estadística Económica, y las conclusiones que los Gobiernos sacan de ella, es un asunto de pollos asados, el maldito y manido asunto de los pollos asados. En esta España de los güevos hay tantos pollos asados como habitantes, por lo que con la lógica aplastadora de estos gobernantes de natillas y putillas, tocamos a pollo por habitante, con lo que estamos todos orondos y satisfechos. Dejando de lado a los veganos y demás tribus hermanas que ni huelen la carne, y que regalan su ración a los comedores sociales, la realidad es que hay quién se está comiendo dos o más pollos y hay quién ni los huele de lejos y se conforma con verlos en sus sueños con la viñeta en forma de pompas de jabón, como nuestro viejo amigo Carpanta. La economía crece, eso dicen, vaya usted a saber, y crece más que en otros lugares, eso dicen vaya usted a saber, pero la economía de la gente corriente mengua a velocidad supersónica, en lugar de pollo asado tienen que conformarse con moco de pavo. Literal, que dice la youtuber. La inflación baja y el PIB sube como un cohete hacia el cielo. Yo miro hacia el cielo y no veo pollos asados surcando el éter; los oigo hablar, a los analfabetos mentirosos, del PIB y de la inflación, miro al cielo y veo un burro volando. Después miro al suelo y veo muchos burros royendo. Todos los burros, los derechones y los izquierdones dependiendo en donde lleven las orejeras, cuentan la trola del burro volando y del pollo asado aterrizando, mientras asientan sus cuartos traseros sobre el pesebre nacional.
Los parados, es decir los que no nos movemos, no somos españoles. Los españoles tienen la obligación de hacer la declaración de la renta si sus ingresos superan los 22.000 euros anuales, u otras cantidades menores si hay más de un pagador. Los parados cobradores de subsidio que ingresan esas cantidades están obligados a hacer la declaración de la renta, pero nadie está obligado a hacer la declaración de la renta por el hecho de estar parado y cobrar el subsidio de desempleo. Tampoco nadie está obligado a hacer la declaración de la renta por el hecho de ser negro, de ser tuerto de un ojo o ser un borracho impenitente. Negros, tuertos y borrachos tienen la obligación de hacer la declaración de la renta si sus ingresos superan unas cantidades concretas. Para estos gobernantes progresistas, tan blandos y solícitos con los poderosos de este país, frente a los que se arrodillan a cierta altura, los parados no solo no son españoles sino que además son unos pobres apestados a los que se les puede obligar a hacer la declaración de la renta aunque no tengan obligación de hacer la declaración de la renta. Qué pretenden con esta medida absolutamente inconstitucional todavía no lo entiendo, a no ser que quieran ahorrarse los subsidios de desempleo de aquellos parados que no quieran caer en esta discriminación insoportable. ¿Quién paga el subsidio de desempleo a los parados? ¿Cuantos subsidios de desempleo hay que se acerquen a los 1800 euros? Lo que deberíamos hacer los parados es pedir residencia fiscal en Portugal y, dado que para este Gobierno de grandes trabajadores copiadores de tesis y aduladores de asesinos, no somos españoles, la cosa no es tan difícil. Si estamos parados, vivimos en Portugal y no somos españoles nuestra obligación de hacer la ilegítima declaración de la renta sin tener que hacerla se esfuma, como se esfuma la obligación de hacer la declaración de la renta del hermano del Presidente que, a pesar de cobrar de la Diputación de Badajoz, nido de facinerosos, mucho más que esos 22.000 eur, no tiene la obligación de hacer la declaración del IRPF, vaya usted a saber si no es porque nunca está parado y se mueve demasiado rápido para que lo capte el radar de la Agencia Tributaria española.
A vueltas con el Lazarillo de Tormes: “TRATADO QUINTO DE COMO LÁZARO SE ASENTÓ CON UN BULERO Y DE LAS COSAS QUE CON ÉL PASÓ: en el quinto por mi ventura di, que fue bulero, el más desenvuelto y desvergonzado y el mayor echador de bulas que jamás vi ni espero, ni pienso que nadie vio. Porque tenía y buscaba modos y maneras y muy sotiles invenciones”. Yo recomiendo a quien quiera escucharme, que no han de ser muchos, una relectura del Lazarillo, que novela es de muy grande provecho, para decirlo con una manera muy lazarillesca de hablar. Ya sé que recomendar lecturas a alguien que más sabe que uno es tarea propia de atrevidos inconscientes propensos a sufrir escarnio privado, por seguir con los modismos. El bulero del Lazarillo se puede trasponer al vendedor de bulas actual, ese que, de tal desvergüenza como guarda en su conciencia, es ya incapaz de decir verdad, si es que esta existe en la Tierra y no ha sido definitivamente desterrada a otros ámbitos menos sulfurosos y habitables. En este capítulo del Lazarillo el bulero produce una gran estafa (se puede hablar de doble estafa ya que las bulas papales lo eran por principio) ayudándose de un gancho como en el timo de la estampita, y los incautos feligreses que caen en sus manos acaban comprándole toda la mercancía de bulas, y más que tuviese para vender. Sin ánimo de ofender a nadie, a mí los sufridos incautos de la ficción picaresca, que caen víctimas del estafador y su cómplice, me parecen retrato fiel de los que de buena fe aun siguen confiando en El Bulero Mayor del Reino de España. Mesarse los cabellos por la pena, lacerarse el cuerpo serrano por la desesperación, impetrar a los cielos y sus arcángeles por la incomprensión injusta de sus enemigos ante sus tropelías, es farsa tan repugnante que solamente provoca risa y dolor de estómago. Querer hacernos creer que la labor de todo un Fiscal General del Estado es descubrir bulos infames de la oposición y que para eso se vea obligado a saltarse el principio de legalidad y cometer un delito de revelación de secretos, es como decir que un policía, para evitar un atraco, tenga que asesinar al cajero del banco que tiene la combinación de la caja fuerte. Todo este barullo moral pronto formará parte del folclore nacional y será cantado en el futuro, con hermosas coplas por bulerías, por alguna vieja estrella de Operación Triunfo: bulo, bula, burlería, bulería, con acompañamiento de guitarra española.