I.
“El Lazarillo de Tormes”, compendio destilado, por el ácido humor y una cierta ternura, de las muchas maldades y pocas bondades que nos engalanan a los humanos españoles, pícaros, traidores inconfesos y groseros, contiene un pequeño episodio que, podemos decir, (el “podemos” es excesivo pero necesario), resume la situación actual de la corrupción política de nuestros dirigentes y esposas, amigas, amantes, amas de cría, limpiadoras de caballerizas, galeotes de la burra y amigos íntimos de la infancia desgraciada en sórdidos sótanos, colegios de curas, institutrices pornocroatas, gimnasios para adolescentes soñadores y ultramarinos con merluza congelada. El episodio que hay que repasar es aquél del racimo de uvas que se comen al alimón Lázaro y el hideputa del ciego:
“Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas y que hayas de él tanta parte como yo. Partirlo hemos de esta manera: tú picarás una vez y yo otra, con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva. Yo haré lo mismo hasta que lo acabemos y de esta suerte no habrá engaño. (…)
(…)– Lázaro, engañado me has. Juraré yo a Dios que tú has comido las uvas de tres en tres.
— No comí –dije yo–; mas, ¿porqué sospecháis esto?.
Respondió el sagacísimo ciego:
–¿Sabes en que veo que las comiste tres a tres? En que yo comía dos a dos y callabas “.
En la corrupción de nuestros partidos ocurre exactamente lo mismo, mientras unos nos roban con una mano otros nos roban con las dos y como entre pícaros anda el juego nadie se acuerda de nadie hasta que el escobajo de uvas queda muerto en sus manos como el esqueleto mondo de un cadáver recién pelado por las alimañas en lección de estudiantes de Anatomía, pobre Nación española. Tal vez para el Pepé hubiera sido mejor ser un poco más prudente con el asunto de los favores familiares porque mientras el Presoe comía las uvas del racimo de tres en tres o de cuatro en cuatro, ellos las comieron de cuatro en cuatro o de cinco en cinco y callaron . Y ahora se frotan el escobajo en las narices los unos a los otros.
II.
Este “aparato” de los partidos políticos, –verdaderos enemigos de la ciudadanía–, me recuerda a una multinacional de la alimentación cárnica, con sus fábricas deslocalizadas en el Tercer Mundo, en dónde por la noche roba vacas sagradas que convierte en carne picada al amanecer. Son sigilosos y eficaces sus operarios. Los nativos, que duermen a la intemperie mientras las cobras reales a las que les han caído los dientes les pasan por encima, ni se enteran del holocausto vacuno en camiones frigoríficos camino de las factorías de embutidos, para ahorrar tiempo en la matanza, “el trabajo os hará libres”. Como las vacas sagradas han empezado a escasear, un alto directivo ha encontrado la solución a la escasez de materia prima: han empezado a confeccionar las hamburguesas con carne de vagabundos y parados de larga duración. ”No hay problema, la gente se traga cualquier cosa si se acompaña de la publicidad apropiada” ha dicho el directivo en cuestión en la junta anual de accionistas, también llamada Congreso Confederal. Un testigo presencial ha afirmado que más bien se le oyó decir: “la gente se traga cualquier mierda si se la vendemos como Progreso”. El ejecutivo agresivo ha ascendido fulgurantemente en la dirección de la empresa.
III.
Las polémicas del verano son mucho más entretenidas que el dinosaurio moribundo del lago Ness de antaño. Este año han tenido que ver con la invasión turística de baja calidad de playas, plazas, mercados y vistas al atardecer. “Fodechinchos”: es la primera vez que yo escuchaba esta mamarrachada, se conoce que estoy ciego y sordo, pero me da la impresión que ha sido una reciente ocurrencia de los patriotas que buscan cobijo para su inutilidad durmiendo bajo las parras de albariño. Claro que con las veces que lo he oído últimamente tengo suficiente bagaje para presentarme al examen de Filología en el Juicio Final. No hay segunda convocatoria. Yo conocí a un propietario de un bar que se molestaba porque los clientes se bebían sus existencias y les cerraba la puerta en las narices y es que al día siguiente tendría que reponer las mermas. El bar de Oleiros, cuna de la democracia popular coruñesa pija de pijos, me parece como ese funerario que protesta porque el muerto sigue allí por la mañana y ya le han vaciado los bolsillos. Yo aun no he ascendido a la categoría previa a la de ministro plenipotenciario, la de camarero, así que no puedo juzgar desde su perspectiva el comportamiento de los turistas en el bar, en el restaurante o en el hotel. Lo que se me ocurre, viéndolos por la calle aguantando pacientemente las anodinas explicaciones de los guías, o paseando sus indumentarias de centro comercial ruso, sus sudores, sus tatuajes en las pantorrillas con mensajes cifrados para un futuro incierto, sus gorritos frigios, sus mascotas tiranas, sus altofalantes gritos,… es que no se diferencian demasiado de los indígenas nativos que permanecen por aquí el resto del año y que en el mes de Agosto se largan a compartir chinchos-jureles y cervezas con los madrileños de Portonovo y Sanxenxo, Sanjenjo para los del bar de Oleiros: unos son gente educada, amable y respetuosa y otros, la mayoría, son verdaderos cafres anónimos, ruidosos por obra y omisión y desconsiderados por acción directa. Lo que ocurre es que el turismo se ha generalizado tanto que ya no hay lugar en esta tierra en la que se pueda estar a salvo de curiosos que visitan catedrales ajenas y no han pisado en su vida las propias, que pasean sudorosos esperando anhelantes a que se haga la hora de comer y que sacan, con el teléfono móvil, selfeos y otras fotos inútiles, generalmente estúpidas, que pasarán a engrosar toda la basura que duerme en los grandes servidores informáticos que gastan más agua que la huerta de Valencia en Septiembre. De ese despilfarro hídrico nadie dice nada. Para conocer gente rara lo mejor es no salir de casa y preguntar por donde cae la calle de las Putas desde la ventana.
IV.
¿Porqué la Abogacía del Estado se preocupa de los asuntos particulares del Presidente del Gobierno y su bisectriz? ¿Acaso el Juez contra el que se presenta la querella no pertenece al aparato del Estado?. O sea que la Abogacía del Estado se querella contra el Estado para defender un asunto que para nada es del Estado. Ah, ya, “el Estado soy yo”, que decía el Rey Sol, Luis XIV. Bueno, ¿así que tenemos un Estado con una monarquía bicéfala, Don Felipe VI y Don Pedro I el Lindo? Pues haberlo dicho antes, hombre, que voy a hacer una lectura prospectiva de la Constitución española (ese exquisito cadáver) y esas cosas deberían saberse para no llevarse a engaños.