DOMINGO
Siete de Julio, San Fermín. Hay gente que corre porque hay otra gente que corre al ver correr a otra gente. Los toros son reales, son animales muy bellos, y las gentes que se amontonan para correr en manada son bultos irreales, los bultos suelen ser amorfos y feos. En un momento de la carrera de hoy, la estampida de far west de hoy, me pareció que si los toros divinos y los cabestros fuesen abducidos y subidos al cielo en cuerpo y alma, muchos corredores seguirían dando brazadas de Buster Keaton por la calle, porque la mayoría no ha visto a los toros ni de lejos. Te coges el fin de semana y en lugar de despanzurrarte en una piscina municipal eructando en sanscrito con el semenup te pones un pañuelo perfumado de morapio al cuello y a correr debajo de los drones y de los balcones. Los cabestros son los únicos profesionales del asunto, serios, responsables, como fiadores de un préstamo solvente. Los toros son los dioses huyendo de la realidad y del miedo. Los corredores de raza a mí me da la sensación de que en estos tumultos alcohólicos no corren, se esperan al martes que baja de precio la democracia. Los sanfermines son una gran alegoría de la vida, la mayoría estamos para verla pasar desde los balcones, algunos desde la barrera, otros desde el salón de casa por la televisión o desde los puestos de socorro de la cruz roja. Eso sí, acabamos todos empitonados, de nada nos ha valido mantener la distancia o llevar un periódico falso debajo del brazo para disimular que somos unos intelectuales ocupados en la actualidad indiferente, en la vida que sucede a nuestro pesar. Todos los túmulos tiene su corredor para acceder a la cámara funeraria. Entre los corredores, la mayoría persigue a unos toros que hace ni tres minutos que han pasado por allí. Yo una vez perdí por unos segundos el tren que me devolvía a mi casa de la niñez, me pareció que se reía de mí. A toro muerto y a toro pasado todos somos unos valientes inconscientes, o unos pollos sin cabeza. Viva el San Fermín manque pierda!
JUEVES
Insisto: Madrid es una gran merienda de azules, de blancos, de rojos, de amarillos y de negros. No se entiende muy bien que en provincias aun podamos comer algo sin tener que acudir cada mañana a Mercamadrid a hacer la compra. Los niños vienen de Madrid y de las Canarias. Florentino mueve ficha en Madrid y Emepapé deja de jugar bien en el Europeo. El noventa por ciento de la Policía Nacional y de la Guardia Civil está en Madrid, deambulando entre Chinatonw y el aeropuerto de Barajas, cuidándose de la inmigración irregular de maletas y del mal gusto de las obras de Broadway. Ahora la Policía de Madrid es policía del buen gusto, ya iba siendo hora. Bien podían acercarse por aquí algún día de verbena y clausurar una actuación de la orquesta La Barata por exceso de coordinación textil y artrítica. Y dejar a Hernán Cortés y a su novia tranquilos haciendo gobiernos criollos y asando chinchulines. Y darle un toque de atención al Rey León racista. El resto de las fuerzas de seguridad que sobra anda a ver si pilla algo, oculto entre los baches de la A52, los puentes de la A6 y vigilando el exceso de velocidad de las cigüeñas de Doñana. Los juzgados de Madrid tienen ascensores. Los de la Audiencia Provincial de Orense descensores. De Madrid al cielo: de hacer un bodrio académico para estudiantes de segundo de Derecho hasta el Olimpo del Tribunal Constitucional, poniéndose de babero las togas para no mancharse con la grasa de los bocadillos de porras y churros y merinos. Así es imposible competir, baja la productividad judicial: con medio artículo del Código Penal te hacen una amnistía y un indulto, y aun sobra tiempo para olvidarte de renovar una causa por terrorismo. El metro a Moncloa mide por lo menos ciento veinte centímetros, o eso dicen allí dentro; a ver quién la tiene más larga, dice la Portavoz. En Madrid, con un millón de euros no compras una cátedra, hacen falta por lo menos dos y un Rector Gladiador de la Complutense, campeón de lucha libre, que se deje caer en la lona al tercer asalto. Inflación moral. Los leones de la carrera de san jerónimo son gays y se descojonan del día del orgullo. A ver si cambian de una vez la camiseta de la selección nacional de fútbol; con las indicaciones de Darwin a tal efecto, todos ascendemos de los monos. ¡Tengo unas ganas de ir a Madrid!…
SÁBADO
Como uno ya va teniendo años, demasiados, tiene la memoria llena de situaciones pasadas que se van repitiendo con cierta frecuencia. La Historia no es Julio César pasando el Rubicón y dejando beber a su caballo en aquel regato, que también, sino lo que me ha ocurrido esta mañana, o lo que ocurrió en este país hace treinta años y que ha quedado prendido con un clip en un recodo del cerebro. Vendrá la falta de riego, o el alzheimer, el clip se desprenderá oxidado y flojo, y esos folios se traspapelarán para siempre como un expediente de un pobre hombre en un juzgado provincial. Me ha venido a la cabeza el juicio de los GAL, Barrionuevo y Vera en el banquillo; y su amo, mientras tanto, de jarana por esos mundos de dios. Qué manía tienen estos presidentes nuestros de andar a la murga exterior, entre reuniones con emperadores y emperatrices de lejanas tierras. Deberían ir en patera a ver si se cansaban. Cuando un presidente del gobierno tiene un asunto vicario en el juzgado sale pitando a cazar tigres de papel. Todos menos M Punto Rajoy, que era mucho más pascaliano y se quedaba calentando los pies en la mesa de la cocina de la Moncloa leyendo la hoja parroquial del futbol. Felipe salió de gira negando a los suyos, como San Pedro. Sánchez sale de gira negando la santísima trinidad, los tres poderes del Estado y alguno más, como Arriano. Y así va la vida, de oca a oca y tiro porque me toca, me como dos y me llevo seis: bipartidismo y alternancia le llaman a este juego mafioso del parchís. La corrupción del Azul da paso a la corrupción del Rojo.