DOMINGO
He visto y leído una noticia que decía que una tapa que simulaba unas rayas de cocaína había ganado un concurso de tapas en Valladolid, de donde fue alcalde Puente. Concurso de tapas, de pinchos, de caldeirada de raya. Cuando oigo que la policía ha decomisado en una temporada alijos por valor de 50 toneladas de cocaína y me imagino 50.000 kilos de cocaína y después multiplico por los diez gramos que más o menos tiene cada raya, según pureza, y me salen 5.000.000 de rayas de cocaína que no han llegado a la nariz ni a otros órganos sugarbeibisnolépticos, me vuelvo a preguntar si es que la cocaína se consume a cucharadas, como el cola cao, o si todo es una juerga constante de carnaval de Xinzo después del domingo fareleiro, y todo se va en pinchos de raya con morro. Yo me pregunto otra vez si la gente anda estornudando todo el día de dios, arriba y abajo, mientras mira series de netflix o tutoriales de submarinismo con escafandra, o si en algún lugar le echan cocaína a las lechugas igual que las mujeres de los marineros gallegos que tenían huerta y fauna doméstica le echaban los percebes a las gallinas en aquellos viejos tiempos un poco antes del Camino de Santiago, cuando Galicia era un lugar habitable. No sé. Cincuenta mil kilos decomisados, descamisados a posteriori con una navajita plateá de la Guardia Civil, son más rayas que las de los cuadernos Rubio que en el mundo han sido. Rayas horizontales y verticales que hacen una trama que se convierte en red y que atrapa a todos los peixes que andan por ahí con gafas de sol en la guantera del Maserati, en los chalets de los Estrechos y de las Rías y de las Costas del Sol y del Oro y en los despachos de algún ministerio. Y entonces empiezo a entenderlo todo: la política nacional e internacional, el Consejo de Ministros, la televisión, los periódicos, la verbena de mi pueblo y la vida eterna.
LUNES
En todo este embrollo sangriento de Gaza, Israel y Otros hay algo muy gordo que a mí se me escapa. Muy gordo y muy resbaladizo, como empanado en aceite de karité. Como voy y vengo de mis pensamientos a mis asuntos no soy capaz de rematar el primer tomo de Von Klausevich sobre los secretos de la guerra, tampoco acabo nunca los epigramas de maese Maquiavelo sobre gobernantes vencedores sin escrúpulos, vencidos apabullados y otras raleas. Así que estoy solo frente a la justificación del horror, la justificación política del horror y la justificación diplomática del horror. Los muertos de Oriente Próximo (¿próximo a quién?) viajan a toda velocidad por los cuatro confines digitales de la Tierra como si estuviesen vivos o como si fuesen ya espectros con alas de ángel en la sala de espera del Paraíso, el que corresponda a cada DNI, los chicos con los chicos, las chicas con las chicas, esperando en las escaleras del cielo a que haya un sitio al lado del Padre Abraham. Unos muertos flotan en la ciénaga de las elecciones de nuestro occidente y otros muertos se van al fondo a criar un lodo negro que al cabo de los años luz pondrá combustible bituminoso en las calderas de los friolentos ricos. Lo de siempre: muertos arrojadizos, echados a la cara y después olvidados. Tampoco entiendo muy bien que nadie reclame que las personas secuestradas por Hamás sean devueltas a su hogar, y esa actitud me recuerda al asesinato de Miguel Ángel Blanco y a otros secuestrados de ETA, cuando todos pedíamos que los devolvieran a sus hogares y a algunos los devolvieron con un tiro en la nuca. Hay algo gordo y repugnante que se me escapa. Mi madre, a veces me decía, –solía ser cuando no estaba muy contenta conmigo–, “dime con quién andas y te diré quién eres”. Yo analizaba sintácticamente la frase y se me aparecían complementos circunstanciales de adverbio, sujetos, predicados y otras zarandajas sin relevancia pero no dejaba de andar con aquellos desastres a los que solo amaba su familia, aunque procuraba llegar más temprano a casa durante unos días. Fútbol, carretas y tetas. Dime con quién andas y te diré quien eres: Putin, Hamás, La Eta, Maduro, Milei, Trump, Mohamed V, Fu-Man-Chú, López Obrador, el Joker, Orban, Kim Jon Um, Obiang, Spectra, Netanyahu…dime con quién andas y te diré quién eres.
VIERNES
La frustración es un estado psíquico que frustra mucho. Ahora, por aquí, por esta piel de toro apolillada (lo digo con segundas intenciones), la frustración empieza a generalizarse como estado de ánimo permanente, se va haciendo enfermedad mental crónica. Cuando se ve que la desfachatez, la ignominia, el permanente saqueo nacional y la desvergüenza de muchos, se hacen Ley de Vida, lo único que nos queda es la frustración de saber que no nos queda más remedio que aguantar, tomarnos la quinina y esperar a que escampe. Se frustran los jóvenes que no tienen trabajo; los que tienen un trabajo mal pagado; los que tienen que seguir bajo las alas de la gallina doméstica; los parados que ya han sido desahuciados de su futuro; los desahuciados que no pueden pagar su casa; los inmigrantes que han venido con esperanzas y estas no se cumplen, lo cuál es ya una doble frustración; los propietarios a los que les ocupan las casa y nadie mueve un dedo por ellos; los que soportan el ruido constante de la farra intensiva al por mayor en que se ha convertido el país; los que no pueden ir de vacaciones, los que van de vacaciones a su balcón…No sigo. La frustración nacional es una epidemia cuyos síntomas son el cabreo constante, el odio al vecino y los despropósitos del exceso de la huida hacia delante. Hemos tenido que ver que un felón y su camarilla hayan vendido la igualdad de los españoles ante la Ley por un plato de lentejas de oro para ellos, sus esposas, sus familias y sus amigos. Nos hemos tenido que tragar que los delincuentes (aquellos que han cometido el delito) se jacten de su fechoría. Así que algunos estamos frustrados como lo están esos comerciantes a los que un ladrón común (hay delito común y delito elitista con chistera), un día sí y otro también, les revienta las puertas del negocio, les roba lo que pille y, además, en el bar de la esquina, presume de ello sorbiendo a morro un botellín de cerveza, mientras la policía frustrada se lo lleva todos las mañanas y él vuelve a casa por las tardes. Si supiese escribir y militase en uno de los partidos políticos de facinerosos que yo me sé, a lo mejor le dejaban redactar el proyecto de ley del nuevo Código Penal, para que borrase de un plumazo los artículos que hacen referencia al hurto y al robo con escalo. Como tampoco sabe leer se frustra mucho.