DOMINGO
No hay mejor cuña que la de la propia madera. Al Presidente Evidente le quieren hacer tragar de su propia medicina. Si no consigues más votos que otro partido político de la oposición lo que hay que hacer para gobernar es entrar en el mercado secundario de Deuda Pública, letras, obligaciones y bonos del Estado. Ahí se compra y se vende de todo, desde las bragas de la abuela a la bicicleta con pedalinas de los niños. Y, si aun falta algo para alcanzar el precio pedido, se empeña la alianza de la boda, hombre enamorado. Puigmemondo, cantante melódico, quiere gobernar la Generalitat y la Particularitat: si el dios socialista fascista mussoliniano puede hacerlo en Madrid, también lo puede hacer el dios racista secesionista hitleriano en Barcelona. Dioses zoomorfos hay muchos en esta granja olímpica hispana. Cuando la medicina que le has aplicado a otros, con una facilidad propia de un capador de feria, te la quieren untar a ti, se te hace difícil tragar el mejunje y le das vueltas en la boca, a ver si no te ven y puedes escupir en una esquina. Si los ciudadanos nos hemos tenido que tapar la nariz para no desmayarnos con el olor pestilente de las amnistías a la carta y de la diferencia de los españoles ante la Ley, ahora al Presidente se la tienen que tapar para que trague la pócima sin rechistar. Illa hace honor a su nombre y empieza a quedarse illado, más solo que la Una con su seriedad de opositor a inspector de autoescuelas. No sé como saldrá en la foto cuando tenga que enfadarse. Illa budista es el “reverso tenebroso de la Fuerza” de Mariano Rajoy, y viceversa: a ver si nos va a aplicar el 155 a nosotros los otros españoles mientras la “Estrella de la Muerte” aterriza en Moscú con un pasajero crionizado en el maletero.
LUNES
A la hora de tomar el café de la tarde aun no se había producido la declaración de guerra a Argentina por parte de esa “fiera” hecha ministro de asuntos exteriores de España, Mohamed Al-Bares, el personaje que anuncia galletas de mantequilla. Es de agradecer que una decisión de ese calado no se tome en caliente aun cuando el honor de la Vieja Patria (está vieja, no me lo negarán) se ha visto pisoteado, vituperado y mancillado sexualmente por los criollos y criollas de aquel país antaño tan grande y rico y repleto de churrascos. Es de suponer que nuestros generales, coroneles y demás gente de armas tomar, habrán respirado aliviados con este gesto de contención cívica que tanto trabajo le habrá costado a nuestro gallardo Gobierno y Esposa S.A. No tienen ningunas ganas de oír silbar las balas, hombres prudentes. Gobierno y Esposa S.A. han querido salir al paso de las habladurías de la calle, que decían: “¡qué coño (véase la mala leche) nos importa a los españoles que se insulte a Gobierno y Esposa S.A.!”. Se comenta, –lo había oído a la hora del café de la mañana– que lo más probable es que Suiza tome cartas en el asunto y convoque a Santos Cerdán, al embajador de Argentina en España y a un mediador de la Arkansas profunda, para que vayan tomando impulso en unas negociaciones de paz antes de la herida. De momento, por lo que se puede escuchar por ahí, en Ginebra no les cobrarán más que las birras que se tomen; lo demás, putas incluidas, correrán por cuenta de los contrayentes. Es todo un detalle. Cualquier ayuda es buena para evitar un conflicto bélico de consecuencias imprevisibles y en una cama redonda uno acaba por besar opiniones ajenas imprevistas. Ojalá todo quede en un susto y podamos viajar a La Argentina sin temor de que nos torture un dentista psicoanalista de la Escuela de Mecánica de la Armada por el mero hecho de no haber sabido disculparnos a tiempo con la boca yhena.
MARTES
El asunto de nuestra ofensa criollo/transilvánica está tomando un cariz poco amable. En La Argentina se descojonan de nosotros y eso aquí sienta como una patada en la bisectriz de la Moncloa. “España y Yo, señora, semos ansí, no permitimos que nadie tuitee más imbecilidades que nosotros mesmos”, les dice a la muchachada el cultísimo Gobierno español, imitando un tono gauchesco. A estas horas el Centro Gallego de Buenos Aires está lleno de refugiados; el Instituto Cervantes va a recomendar “Sobre héroes y tumbas”, de Sábato, como lectura obligatoria para niños de entre 3 y 5 años; se van a repatriar todas las estatuas de Pedro de Mendoza y de Juan de Garay; y se va a pedir al Reino Unido la apertura de una embajada española y otra catalana en Las Malvinas: Todo es demasiado confuso, temo por mi reclutamiento forzoso.
VIERNES
El CIS siempre está en manos del gobierno de turno, que no se me pongan flamencos ni los tirios ni los troyanos. El gobierno de turno es esa gran puerta giratoria en bucle con los goznes decimonónicos de la alternancia de los caciques de uno u otro color: demócratas o republicanos, conservadores o laboristas, pepeteros o pesseteros, fachas o mancos, filibusteros o tragaldabas. El CIS es un instrumento político que no sirve para nada bueno. Bueno, bueno, tal vez quisiera servir para saber por donde van los tiros en las urnas convocadas para que los Turnistas vivan a cuerpo de rey. En Europa hay más de un millón, o dos millones, o cinco millones de europeos que viven de la sopa bullabesa o del chucrut de las instituciones europeas. Casi hay más funcionarios, asesores, políticos, y furcias que siguen hasta Bruselas a ese ejército europeo, que porteros en alguna Diputación provincial que yo me sé. El CIS se ocupa de adivinar por dónde van los tiros de las elecciones europeas y manda a sus entrevistadores a las verbenas de las fiestas para que entrevisten a las escopetas de los chiringuitos, a los patos de goma, a los llaveros del Real Madrí, a los paquetes de pipas. Tiros de escopeta de feria a los que nadie hace caso después del día de las elecciones. “Si tú me dicen ven lo dejo todo…” . Sin embargo es muy interesante adivinar cómo el CIS hace sus encuestas para que las conclusiones de las mismas sean siempre realidades para lelos. Yo lo sé, he hablado con muchos entrevistadores subcontratados que hacen horas extras con las motos de uber y me han contado la verdad, la Verdad, la verdad estadística. Y yo no puedo dormir con este secreto, tengo que soltar lastre moral: las encuestas se hacen en tres ambientes distintos, dependiendo de lo que se quiera cocinar ese día. Por ejemplo para saber cuál va a ser la intención de voto en Cataluña la encuesta se hace en una granja de pollos del Ampurdán, dando voz a las gallinas. Si lo que se desea es saber los posibles resultados electorales en Galicia las encuestas se hacen a las gárgolas del palacio de Gelmírez. Si, por fin, lo que se trata es de conocer el derrotero de las elecciones europeas en Europa, los entrevistadores salen de copas hasta altas horas de la madrugada en Marbella consumiendo las mismas sustancias que los turistas rusos. Después las respuestas se pasan por la caseta de la vidente doña Celia y con lo que salga se calcula el algoritmo neperiano de Pi. No falla.
SÁBADO
Cada vez que me calzo una intervención de Feijóo en el Congreso de los diputados me acuerdo de la película “El discurso del rey”, que recrea los pesares lingüísticos de Jorge VI, aprendiendo a discursear, ante una audiencia desconocida, de la mano de un especialista en fonología. A veces Feijóo tiene razón en lo que dice, de eso no nos libramos nadie, pero lo dice como saltando las vallas y setos para ir a buscar las vacas, y entonces le sale un discurso perdido, entrecortado, falto de resuello, que acaba por ponerme de los nervios. Es un tartamudo de trago largo. Y encima se equivoca en lo que lee, con lo que los genios lengüetas del banco azul se descojonan, con su prepotencia intelectual ganada a pulso: ver a Sánchez, a Montero y a Díaz riéndose de las meteduras de pata del tribuno de la plebe de turno es como ver al Coyote riéndose del Correcaminos antes de que el pedrusco le caiga en la cabeza. La Vicetiple Montero es Premio Nacional de Farfolla, y ahora anda a la caza de la cátedra de Lengua Estofada, por la Complutense. La Vicetiple Tercera no coordina sus frases con los pensamientos que tuvo a la hora de hacer pis antes del desayuno. El Presidente dice siempre lo mismo, nada, más o menos cargado de gestos teatreros demagógicos. Cuando Feijóo empieza a hablar en el Congreso, después de arrearle un trago al vaso de agua de Madrid, la mejor de España, para darse impulso moral, uno sabe más o menos lo que puede decir, o lo que se espera que diga, o lo que debería decir. Lo que no sabe uno nunca es cómo lo va a decir, y si por fin lo ha dicho o no.