DOMINGO
Uno se entera de las noticias más variopintas que se relacionan entre sí con un inconexo azar. Parece a veces que el mundo gira sobre hechos sin relación alguna que acaban por juntarse por obra y gracia del contubernio entre mi imaginación y algunos periódicos. Salta estos días en la prensa una verdadera plaga de familiaridades sobre el parentesco que amenaza con comerse el papel y la pantalla como si se tratase de una prima lejana polilla de una biblioteca medieval o una sobrina carcoma de monasterio excomulgado, que deja los diarios vespertinos y matutinos y digitales totalmente inservibles para ser leídos y masticados, interpretados y digeridos, por efectos de la picazón y la mala leche ácida que se nos produce en el apellido. Se trata de la profusión de noticias sobre los hilos que entrecruzan las vidas de los ministros, ministras, presidentes, presidentas, secretarios generales, subsecretarios del chollo, chóferes con chistera en el pescante, monosabios de cuadrilla, criadores de jilgueros…creando unos lazos maritales, filiales, fraternales, sobrinales y cuñadales que difícilmente se podrán desatar en la Tierra después de que se haya hecho un nudo en el Cielo. Es asombrosa la capacidad de mucha gente, por orientación patronímica, para estar en el lugar adecuado en el momento más propicio, méritos académicos e intelectuales aparte, muy aparte. Al mismo tiempo, y como si no tuviese nada que ver, he tenido noticias, inventadas por mí, de que un joven y aguerrido periodista, que ha acabado recientemente la carrera con unas notas superiores al aprobado raspado (nuevo método de calificar instaurado en la última reforma de la Ley de Enseñanza y Denostación de la memoria), y que era ya famoso por haber confeccionado una tesis doctoral dirigida por un eminente catedrático de la asignatura de Jabón, Lavado y Engrase, copiándola de whiskypedia en el bar de la Facultad, ha entrado en la fama mediática al entregar en la sede de la redacción de un vespertino periódico digital y papelero, un sesudo estudio demográfico sobre el comportamiento de la población española en estos últimos cuarenta años de mamoneo y cinismo. Las conclusiones a las que el joven y arrogante periodista ha llegado han producido un cierto estupor entre las filas de los demógrafos españoles más reputados, también entre las filas de los demoscófilos más alcahuetados por los besos y los abrazos del poder establecido. Esas conclusiones han venido a decir que, aunque pudiera parecer que este país ha perdido población autóctona, indígena, nativa o natural; que aunque son más los fallecimientos que los nacimientos; y que aunque el crecimiento vegetativo ha sido negativo, paradójicamente ha crecido de forma exponencial el número de familiares lactantes de los políticos de los partidos bipolares amorrados a la gran teta nacional, esa a la que ya se ordeña directamente desde la sede de Génova y Ferraz con tecnología nexllenereixón y la otra, la cristeleison. Esta gran contradicción no ha dado lugar a explicación o reflexión racional alguna en los cenáculos oficiales de mariscos y otros antros de reunión de pastores, y ya se están pensando en pedir una comisión de investigación en el Parlamento para investigar al joven periodista propagador de bulos infundados envueltos en una apariencia de estudio científico. Si por una parte disminuye el número de bebés y madres con dos pechos amamantadores, y algún biberón, es inconcebible que crezca el número de mamadores amorrados a la ubre de la res pública, sea esta vaca, oveja o cristiano. Un botánico de prestigio nacional ha querido mediar en la discordia diciendo que en los árboles frutales hay un tipo de brotes que, aunque no tienen finalidad alguna para el feliz desarrollo de la cría, si no se les poda (jode) a tiempo debilitan el árbol. A esos brotes, de los cuales ha dado el nombre latino, que por decencia me abstendré de repetir aquí, el botánico experto los ha calificado con el popular nombre de “chupones” y ha insistido en que, aunque pudiera parecer que a partir de ellos podría crecer algo productivo, son totalmente inútiles y solo sirven para sorber una savia necesaria, que se ve asi desperdiciada y frustrada para siempre, como vocación de santo en seminario de curas. “Si no son extirpados a tiempo quirúrgicamente con una tijera de podar apropiada, tarde o temprano el árbol acaba por pudrirse por corrupción intrínseca”, ha dicho textualmente. Sigo con interés el cruce de estos noticias aparentemente inconexas y absolutamente incoherentes que se me van asomando a los ojos y me producen bizquera en el DNI.
MIÉRCOLES
Ayer, Día del Libro. A mí lo del día del libro siempre me recuerda a Mingote: “mi esposa, mi perro, mi libro”. Al paso que vamos habrá que celebrar el Libro del Día que será como la oferta del Gadis con el pescado o la verdura del día. Todo muy fresco. Las mesas de las novedades de Tanco (son a las que me asomo habitualmente) son como las los cayos de las Antillas al borde del mar, esperando un ciclón tropical que se lleve el género con una marea y un viento de tifón. A veces me agacho sobre el estante y me entran ganas de prender una candela a las ánimas benditas. En el día del libro yo hago ayuno y abstinencia. En qué Purgatorio estarán penando todos esos libros demostrativos de la ley de la gravitación universal, ateos convencidos. Soy un fetichista, colecciono fajas rimbombantes. Las obras maestras las busco en la sección de sujetadores de la talla cincuenta y dos y de piernas ortopédicas, como un Buñuel cualquiera. Para concelebrar el Día del Libro, ahí viene el Premio Cervantes, con los pingüinos detrás de la mesa, y el pobre escritor tropezando sintácticamente en la alfombra roja. Todos los que reciben el premio Cervantes tienen un brazo tonto, como el de Lepanto, que no saben donde meterlo, los fraques no tienen bolsillo, de igual manera que las damas no tienen culo. En el bolsillo del frac no se deben meter las llaves del garaje ni un trozo de cuerda. Este año Mateo Diez, novelista, leonés, hombre de bien. Entre las autoridades que estaban presentes para entregar el premio Cervantes también había un escritor de producción abundante, los personajes de su novela somos nosotros, pobrecillos habladores, personajes sin importancia que se mueren al final del primer capítulo porque lo que importa es el gran personaje, el autor del encargo. La gran novela del siglo XXI español: sus autobiografías escritas por otra persona. Un escritor que no lee ni lo que no ha escrito cree que autobiografía son los recuerdos de toda la vida que se llevan en el coche, como aquellas fotografías de la mujer y los niños que se colocaban en el salpicadero al lado del imán grabado de San Cristobalón, patrono de los chóferes. De momento el Cervantes se va dando a gentes que saben escribir muy bien, pronto habrá que dárselo a quienes sepan leer a duras penas.
JUEVES
Cartas de amor sin destino
Cartas de amor sin dirección
Qué sinrazón qué desatino
Cartas de amor…
(Cantaban, maravillosamente, las chicas de Vainica Doble)
En este país de todos los diablos los altos cargos institucionales han perdido todo el prestigio del que pudieran haber gozado, disfrutado, amasado, hasta hoy. Cuando veo a un diputado a Cortes Generales me parto de risa, si veo un ministro me saltan las lágrimas por las carcajadas, si me encuentro con un juez famoso me descojono, si veo a un presidente del gobierno me entra la risa loca, con un presidente de una autonomía rechino los dientes, con uno de una diputación me meo. Gobernar, legislar, juzgar, se ha convertido en un juego de adolescentes con las ocurrencias normales más hormonales, saltando de vez en cuando a la piscina del hotel desde el balcón de la habitación, o sacándosela todos en el vestuario para ver cuál es el que la tiene más larga o más oscura, más progre o más predispuesta. La ultima majadería de un loco (que me perdonen los locos) ha sido mandarle una carta de amor a su esposa pero con copia para todos nosotros, los ciudadanos de a pie enjuto, como si estuviésemos faltos de poesía y no se nos saltasen las lágrimas al comer limón sintáctico. Ay qué gran Garcilaso se ha perdido. El consejo de ministros es un plató de telecinco, una isla de majaderos en tanga, un circo ampuloso. No tienen ningún respeto por sí mismos, mienten más que hablan incluso dentro de sus propios sueños nocturnos, cogen lo que no es suyo y es de todos, creen que el Estado está a su servicio financiero. Se atreven a dejar lo que tienen que hacer, y por lo que les pagamos, para endilgarnos sus problemas personales a ver si nos quitan el sueño. Por ahí fuera, en otros países con democracia (alguno queda), que aun no han arrasado con su poca dignidad, no dan crédito a lo que está pasando aquí: se absuelven delincuentes para conseguir el poder, se gobierna con asesinos y profanadores de tumbas y sus cómplices, se legisla a golpe de ocurrencia feministoide y machinistoide, se solicitan mediadores para cuitas vecinales de escalera…Tengo la sensación de que viven como si los demás les debiésemos algo, y después se lo cobran de todas maneras. Pudiera haber ocurrido lo siguiente, ya se sabe lo antiguo que soy, niño de Crónicas de un pueblo: “se hace saber que por orden del señor alcalde se cerrarán todos los bares y los bingos en cuanto no se deje ganar, haciendo trampas, a la esposa del señor alcalde, incluso al dominó y a la brisca”. Por lo menos el pregonero tenía nómina del ayuntamiento, tocó la corneta en la esquina de la plaza del pueblo para protegerse del viento, y no nos hizo saber de las desdichas del Jefe a través de otro mamoneo digital, “X”, calificación de las películas porno. Triple X.
SÁBADO
“La vida privada entra en el barrizal político como antes lo hicieron el terrorismo y la política exterior”. Asi encabeza una opinión el periódico de la fanfarria adulatoria. Yo me pregunto, ¿en el lodazal político no se puede hablar de terrorismo, él mismo un asunto sucio de sangre y sesos desparramados por la calle tras un tiro en la nuca?¿ En el lodazal político no se puede hablar de trapos sucios de gentes que se aprovechan de la cercanía del poder para ponerse como kikos engordando sus cuentas corrientes, sus acciones del BBVA o sus valores inmobiliarios?¿No sería más apropiado hacer el discurso cambiando de lugar los términos de la proposición? El lodazal no estaba ahí hasta que los políticos han metido la sangre y los sesos del terrorismo y la pitanza, el robo, los nepotismos, los favores económicos a los amigos de los pepiños, de los pedriños, de los albertiños, de los felipiños y de todos los demás meniños de nuestra política nacional, el mercado persa en el que han convertido a esta España de los güevos: compran, venden, regalan y, como las putas en la calle, ofrecen su mercancía insultando a las colegas que les hacen la competencia.