DOMINGO
Llueve, otra vez llueve, y la lluvia no es noticia en estos horizontes brumosos, –balcones grisáceos, edificios desconchados, desdibujados cielos de plomo–, más que para las personas melancólicas y escleróticas, un poco tronadas, que miramos y oímos y sentimos la constante y terca lluvia con mirada indulgente cuando no afectuosa. Domingo, y llueve como siempre. Si el mundo se parase unos instantes y la lluvia siguiese cayendo, qué felicidad. Es buena compañera, la lluvia, entorpece el pensamiento, da brumosidad a los instintos, renueva la nostalgia del pasado y ayuda a leer a los Románticos, de Walter Scott a Espronceda. A Sir Arthur Conan Doyle es imposible leerlo en una hamaca bajo una higuera en pleno mes de agosto, requiere gotas golpeando en los cristales, y la noche cayendo sobre la tarde. No se puede pedir más. Quizá una racha de viento alocado sobre los viejos árboles de un parque que ya no existe, o la niebla cubriendo Curros Enríquez Street.
A través de una gota que resbala ansiosa cristal abajo, el hombre percibe a un niño viejo, absorto tras la ventana: tiempo pasado que me trae la lluvia, tiempo silencioso, como el de todos los recuerdos que pueblan mi cabeza.
Allá abajo, pasa el Miño como un sonámbulo con prisa, verde, despeinado y sucio. Quién sabe a dónde va.
MARTES
No se debe frivolizar con asuntos tan graves como la contaminación de mares, costas, playas, ríos, fuentes y regatos pequenos. Tampoco con el noble ejercicio del voluntariado filantrópico, no interesado, apolítico, aséptico y esforzado. Eso me parece a mí y también me parece que esa aparición, como de santa Compaña, de patéticos cómicos políticos de tierra adentro, (no hay mejor tierra adentro que Madrid), poniéndose en cuclillas en playas gallegas, unas, mientras otros, el Coro de Esquilo, observan circunspectos la minuciosa recogida de bolitas al por menor; sacándose la foto con un colador para la nata de la leche en la mano; rodando la película de Monsieur Hulot, o grabando el rugido de las olas como fondo apropiado…, es una desfachatez, un insulto a la gente que de verdad va a intentar paliar la negligencia, la inanidad y, porqué no decirlo de una vez, la estupidez de los responsables políticos de uno y otro bando de estos gobierna-lareiras. Cuando a Feijóo lo retrataron con aquella goma de regar geranios, la camisa blanca de la primera comunión, en posición de meneken pijo, intentando apagar un incendio, las carcajadas se oyeron de Estaca de Bares a Cabo de Palos y ahora vienen estos humoristas, que tanto se divirtieron entonces, a salvar a las costas donde la espalda pierde su honorable nombre, es decir sus culos, sus dos riñones y el sueldo que les pagan por vete tu a saber qué trabajo realizado. Hay tragedias convertidas en comedias hilarantes por la impericia de los actores, sólo les faltó llorar. A día de hoy, “Ojo de Halcón” Sánchez todavía no ha llegado, para sobrevolar a tres mil pies, en su jet privado, la tragedia clásica a vista de pájaro. “Carallo”,– se le va a oír decir, mirando por la ventanilla a través de sus gafas de sol poniente,– “vosotros no podéis verla, amigos y amigas, pero allá abajo flota una boliña de esas de plastiquiño. Vamos a rescatarla”. Lo único bueno de esta mierda es que en Navidad José Mota tiene los episodios hechos y nos va a ahorrar unos duros de cuarenta reales.
MIERCOLES
Cuando oí que se nombraba un nuevo director general de Correos, porque con la gestión del que había antes se produjeron mil millones de pérdidas, creí que la noticia se refería a mil millones de euros de pérdidas. Ca. Ahora lo entiendo: una persona a la que conozco de toda la vida, optimista y empática con sus semejantes tuvo la peregrina idea de dirigirse a la oficina de la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos S.A., el día 26 de diciembre de 2023, para enviar un mínimo, insignificante, paquete, con la esperanza, fundada en unos recuerdos de infancia, de que en aquel lugar podrían ayudarla a encontrar el destinatario de su envío, ya que disponía, como dato extravagante, de la dirección exacta en la que el dichoso paquete tenía que ser entregado. Dado que esta persona conocida, aunque es confiada, guarda un resquicio de duda razonable sobre la condición humana, decidió certificar el envío y pagó por ello. Salió de la oficina de Correos, en donde fue amablemente tratada ( aviesas intenciones ocultan tras sí sonrisas y palabras amables), con la sensación de que se había quitado un peso de encima, no diré que un peso en el alma, pero casi. A día 17 de enero del 2024 el envío certificado todavía no ha llegado a su destino. Como esta confiada personilla ha preguntado inocentemente por su paquete a la anciana institución artrítica de distribución postal, ha tenido la dicha de recibir una respuesta de la que es digno deber por parte de un Espejo de la Realidad y la Verdad como yo, el de reproducir un párrafo que podría figurar en cualquier antología de respuestas oficiales estúpidas redactadas con una sintaxis de bachiller actual con síndrome de abstinencia de teléfono móvil. Esta es:
“Le informamos que, según consta en nuestros sistemas, su envío fue admitido el 26 de diciembre de 2023, y se encuentra actualmente en tránsito hacia su destino.
Informamos que la Carta Certificada es un producto sin fecha de entrega garantizada, siendo el plazo de entrega estimado, por lo que no se contemplan indemnizaciones por demora. Por otra parte, este envío tiene un único intento de entrega que se avisa en caso de ausente. Para futuros envíos, ponemos en su conocimiento que las modalidades Paquete Premium y Estándar si aseguran plazo de entrega en 48 y 72 horas, así como la indemnización por demora.”
No me cabe duda de que las pérdidas de mil millones a las que se referían las noticias de un nombramiento de un inepto para sustituir a otro inepto no se referían a euros, doblones, sellos de coleccionista o canicas. Las pérdidas del Viejo Correos se referían a las cartas, paquetes y derivados postales, que los optimistas deciden enviar por su mediación en lugar de olvidarlos en cualquier esquina frecuentemente transitada por facinerosos, con la esperanza de que alcancen su destino por cualquier otro método milagroso.
JUEVES
El informe de los letrados del Congreso sobre la Ley de la amnistía es preceptivo pero no es vinculante. Algo así como si como si al piloto del Falcon, el vigesimoséptimo asesor de Pedro Pierre le dijese que aterrizase en mi pueblo. “¡Pero es que no se puede, jefe, no se puede, nos vamos a estrellar!”. “Tu ya has cumplido con tu deber despegando, muchacho, ahora deja que los políticos hagamos nuestro trabajo, la Política con mayúsculas es cosa seria, es actividad para expertos, es la interpretación de la voluntad popular”. El Falcon, que es la metáfora metálica de esta España de mierda que nos aplasta, está ahora pudriéndose en un prado de Veigadallas, que es una zona de mi pueblo muy próxima al rio Xabreo. Una familia de jabalíes vive dentro de los restos chafados del fuselaje. Nadie sabe qué se ha hecho de la tripulación y de los de los doscientos asesores que estaban a punto de merendar caviar con vodka de importación. Ni del Experto. Hay rumores de canibalismo. Se teme lo peor.
VIERNES
Gracias a las clases de música de la EGB yo acabé leyendo una partitura igual que los niños leían en sus iniciáticas cartillas: la p con la a, pá, y la m con la e, me. Los silencios, las claves, los semitonos, las semicorcheas y las blancas me abandonaron pronto y suspiré aliviado. Tuve la convicción de que aquellos signos sobre papel rayado no me aturullarían jamás la cabeza porque a mí la música por escrito no me hacía bailar suelto, que es lo que se llevaba en mi época de guateque. A distancia admiraba a los músicos que sacaban melodías de aquellos papeles sobre el atril, lo mismo que admiraba a las rubias platino. Y ahí quedó la cosa. Lo que no me imaginaba era que algún día para soplar un clarinete hubiese que tener un titulo oficial de idioma catalán, como le ha sucedido a un músico de la banda municipal de Barcelona, despedido por no presentar a tiempo su instancia con póliza de cincuenta pesetas. Estuvo 25 años desafinando en algún idioma ignoto. “Ese clarinete”, parece que dijo el jefe de la banda, “como vuelva a tocar un si bemol en castellano, lo echo”. Y dicho y hecho: lo echó. Ahora solo me falta que aquí en Galicia pongan de patiñas en la rua a los componentes de la Real Filarmonía de Galicia que no se saquen el Celga 3 : maestros músicos de 17 naciones extranjeras. No quedaría ni el director ni su batuta que es de madera de fresno canadiense. Como todas las imbecilidades nacionalistas se contagian, contengo la respiración.