Yo me he llevado una sorpresa morrocotuda cuando el otro día, viendo en el telediario las imágenes de una de esas nocturnas manifestaciones capciosas contra los pactantes retorcidos de la investidura del presidente del Gobierno, en un momento fugaz entre una cucharada de sopa y un pellizco a la codia de pan, pude observar un grupúsculo abigarrado de muñecas hinchables que se manifestaban ardientemente contra la amnistía y lo que se terciase. Ya digo que fue solo un momento fugaz y sorpresivo porque las imágenes de la Primera Cadena, que yo seguía con la boca abierta, pasaron de puntillas pudorosamente sobre esos manifestantes desnudos. Las efigies de plástico rosa ruinoso que se mostraban en esa “mani”, por efecto de las luces y sombras azuladas que producían los gálibos (es una palabra que estudié en la autoescuela y que jamás pensé que pudiese utilizar en una frase) de las litronas ( lecheras, literas, letrinas) de la policía, parecían haber tomado vida propia y estar tan enfadadas como los portaestandartes que las acompañaban. Espejismos. Supe después que no dijeron ni mú, pobrecitas. ¿Qué querían decir ellas o los que las cortejaban? ¿Acabaría alguna de esas relaciones en boda formal con un suegro de corbata y chaleco de fantasía con lamparón? ¿Los retales que les faltaban a las banderas nacionales eran quizá para confeccionarles la ropa interior a esas muchachas, o eran los agujeros a través de los cuales los ancianos espiaban a estas Susanas? Tal vez querían indicar, esos plásticos receptores de besos apasionados y otros efluvios corporales, que ellos eran tan mudos y sumisos como los diputados que iban a votar una investidura sodomizadora. Muy mala metáfora porque si a alguien representaban esas desgraciadas personillas de plexiglás, desnudas ante la noche, a merced de las inclemencias climáticas, subyugadas y maltratadas con golpes, vejaciones, palabrotas, y canciones catalépticas, no era a los diputados del PSOE que han cobrado y cobrarán por la venta de su Nación y la compra de su cuenta corriente, sino precisamente a esa Nación, Patria o lo que sea esta España de todos los diablos. Si los organizadores de la achicada algarada me hubiesen consultado a mí, poeta de tierra adentro en calzoncillos, sobre la mejor alegoría que utilizar para señalar a los traidores que votaban una investidura y una ley contra natura racional, yo les hubiese recomendado, no a las pobres muñecas hinchables de sex-shop de carretera, sino a esos muñecos que adornan las exposiciones de compra venta de coches usados y maquinaria agrícola, que mueven los largos brazos al compás de los aires que circulan, de los vientos que corren, de los cambios de humor, de las necesidades presentes o futuras. Esos muñecos repletos de aire viciado parecen bailar, como las algas cuando la marea viene y va, el vals de las olas. Hoy voto digo y mañana voto diego y donde dije digo ahora digo diego para salvaguardar la convivencia en Cataluña y el culo forrado. A veces las corrientes de aire conveccionantes y subsidentes, que suben y bajan, hacen aplaudir a los monstruos. Sería todo tan real que ya nos pondríamos a pensar si tendrían cabida en las próximas listas electorales. Y a mí se me podría conceder un puesto de asesor del Concejal de Recursos Humanos, que no me vendría nada mal.