En esta aerolínea queremos dar ejemplo de honestidad, de sinceridad, de honradez, dice la azafata al final del pasillo, atravesada como un guardia de asalto ante la puerta de la cabina. Traje sastre, caqui, con pañoleta azul cobalto al hermoso cuello del que hubieran podido extraerse unos gramos de oro en forma de cadena y cruz. Somos una aerolínea de reciente creación gracias a la generosa subvención de nuestro gaseoso gobierno; solo tenemos unos cuantos aviones, en concreto tres, y queremos que nuestros pasajeros se encuentren, sin ningún género de dudas, con la realidad cara a cara. Pobres pero honrados. Quiero darles la bienvenida a esta nave, que intentará transportarles a ustedes desde Bata a San Antonio de Palé en una travesía repleta de batido de piña con ron que les iremos sirviendo a lo largo de la travesía. Ron y piña nacionales, de toda confianza. Más ron que piña, válgame dios. Desinfectados, pasteurizados, no se me apuren. Así que seré yo la encargada de trasmitirles los mejores deseos en esta nueva singladura, porque nuestro capitán, un caballero ruso de edad indefinida, no habla ni una palabra de inglés, español u otra lengua que no sea su jerga cimeria. Nuestros jefes han conseguido ficharlo de una línea regular transcaucásica que ha tenido que cerrar por los problemas políticos derivados de la extinción de los dinosaurios comunistas. No se preocupen, es un buen piloto, tal vez demasiado proclive al alcohol, pero un profesional como la copa de un baobab. Ahora mismo está borracho, y quién maneja los mandos del bimotor es un malayo que a duras penas sabe leer con esos ojillos de perro infiel. Pero ha bombardeado poblados en la selva con precisión milimétrica, volando a escasos centímetros de las copas de los arboles. Yo estoy muy tranquila, ya ven ustedes, a la fuerza ahorcan. Son personas experimentadas y en absoluto desean dejar de serlo. Ni quieren dejar de ver a sus parientes cercanos, asentados en alguna maloliente aldea dentro de la selva o en una apestosa tienda de campaña en una tundra que huele a mierda de yak y a leche fermentada. Tengo que decirles que ellos añoran a esos parientes y los amaneceres que se ven desde las puertas de las casas de sus padres; y añoran también a sus respectivas esposas e hijos, de los que a duras penas tienen ya ningún recuerdo, dado que desde que se casaron en su más tierna juventud, jamás han vuelto a su lado. La nostalgia del hogar perdido les hace mantenerse firmes en su débil esperanza en la procreación como sublimación de la evolución humana; y en los manillares del aparato aerostático que tienen que manejar. No teman que se dejen llevar por desalientos derivados de una resaca mortal que podría conducirles a la más negra de las depresiones, ni por ese espíritu resignado ante los avatares de la vida que suele acompañar a las razas indostanas con influencias budistas. Para matizar más estos asertos y acallar voces estridentes, decirles que nuestro piloto practicaba en la fe cristiana ortodoxa rusa y nuestro copiloto es musulmán, muy devoto, con dos peregrinaciones circulares completas a los lugares santos, y gozan ambos en estos momentos, y por favor, que esto no salga de aquí, de un harén compartido de veinticinco hermosas nativas.
Este bimotor, cuyas hélices rompen ahora mismo el impoluto silencio del cielo azul del océano Atlántico, ha sido un obsequio del gobierno español y procede de aquella compañía aérea de tan prístina fama, Avianca. Este mismo aparato cubrió desde tiempos inmemoriales la ruta Ibiza/Madrid con escala en alguna capital de provincias de ignoto nombre. Es, por decirlo de alguna manera, un cacharro de toda confianza sobre el que depositamos nuestras esperanzas fatalistas de que nos entregue sanos y salvos en el aeródromo de tierra y cantos rodados de la provincia de Annobón a la que nos dirigimos. Nunca ha tenido el mas mínimo percance. Nuestro hermoso sobrecargo mandinga pasará en breve con una bandeja a recoger sus más que seguro generosas contribuciones para lubricar el hazmerreir de la policía apostada tras los arboles y las mañas del conductor suicida del autobús que les acercará lo máximo posible a su hotel. Deben saber que esta aportación voluntaria no podemos incluírsela en su billete por imperativos legales que sería complicado explicar. Sean ustedes rumbosos.
Y ahora, sin mas dilación, paso a las cuestiones técnicas de las medidas de seguridad que deben ustedes conocer. Empezaré por los chalecos salvavidas…