Usted, hipotético único lector, y yo, somos parvos, es decir un poco tontos sin llegar a la plenitud de la estulticia. Se lo digo con todo cariño, sin hipocresías, como tomándolo a usted de la mano para saltar un charco en una calle. No se acuerde, pues, del episodio del Lazarillo en que éste le rompe la crisma al desalmado ciego. Yo sé que no me lo tomará a mal, ya que he tenido la precaución de incluirme en el grupo de los parvos, de los inocentes de corazón, de los que otros consideran tontos de remate. Mal de todos consuelo de parvos. Además de esto, mi hipotético único lector, y yo, somos unos desaprensivos. O eso creen algunos.
Usted empieza a cansarse de que yo le insulte cariñosamente y se estará preguntando a dónde lo quiere llevar este plumífero que suscribe. Intentaré explicarlo, aunque no estoy muy seguro de que lo consiga, no por su lentitud mental, dios me perdone, sino por mi incapacidad congénita de hacerme entender con claridad por mis semejantes.
Últimamente hemos empezado a ser bombardeados, con más saña si cabe, con informaciones sobre toda esa montaña de mierda de plástico que nos rodea por tierra y por mar. Nos han mostrado hasta la saciedad en noticiarios televisivos y escritos (me tiene que perdonar, pero con una errata hubiese escrito escrotos) tortugas enganchadas en redes, ballenas que se enredan en aparejos, toda suerte de animalitos que caen victimas de anillas de los botes de refresco. Los esforzados buzos de las organizaciones ecologistas nos han mostrado el basurero que fluctúa por los fondos marinos a merced de las mareas, se come los corales y aboya de vez en cuando con los movimientos de las hélices . Se nos muestra también todo ese plástico flotante que forma ya islas a la deriva más grandes que el País de Cipango o la isla de San Barandán y su caótica deriva. Un desastre ecológico de tal dimensión que cuando los políticos se comen una langosta menier, un rodaballo salvaje a la plancha o una lubina en el “Tira do Cordel”, adonde han llegado en helicóptero, también ellos han empezado a jalar microplástico; y con ellos los poderosos del mundo, cuya idea de tener que pasar sin el sushi, sin la merluza hervida para la resaca y sin esas delicias marinas que ya están peligrosamente contaminadas, les parece demasiada renuncia para su cuerpo Bonito del Norte en aceite. Así que han decidido poner remedio a estos desmanes que la gente como usted, hipótesis de lector, y yo, silogismo de escritor, cometemos a diario por el abuso y uso de ese material indestructible. Se han decidido a coger el toro por los cuernos y a aplicar una serie de medidas drásticas que dejarán los ríos, los mares, las playas y los arenales, las montañas y los valles, libres de esos infames desechos.
¿De verdad?¿Cómo, cuándo, dónde? –dice usted-. Reconozco que su escepticismo es razonable, porque seguimos viendo que todo sigue envuelto en el mismo plástico que antes, los yogures en su frasquito, el jurel en esa bandeja venenosa que dan en la pescadería, el CD en la maldita lámina que no se despega hasta que te decides por el machete, el juguete de la niña y el niño en unas vitrinas a prueba de soplete, los envíos por correo rodeados de burbujas maravillosas apropiadas para lanzarlos en paracaídas tras las líneas enemigas…¿ Entonces? -Insiste usted- ¡Haga el favor de acabar de una vez, se me agota la paciencia !
Pues bien, acabo, señoría : le diré que la gran medida que han puesto en práctica estas organizaciones discurrentes y concurrentes que vigilan que la vida se nos haga mas fácil, ha sido la de cobrarnos las bolsas de la compra en el súper, con lo cual, matan dos o tres pájaros de un tiro ( previo informe de la ONU), nos inculcan civismo, nos apuntan a la corriente contemporánea de que un pequeño gesto es un gran triunfo y echan sobre nuestras espaldas la responsabilidad del desastre acaecido. No sería económicamente sostenible por todo lo ancho y largo de este mundo tener que cerrar grandes negocios, así sin anestesia. Quién se iba a ocupar de la gente, ¿es que nadie piensa nunca en la gente? ¿A qué sanatorio tendríamos que acudir los fabricantes de polipiel?
El siguiente paso ya me lo ha chivado un confidente: Una vez que han puesto nuestra conciencia bajo el cuchillo de Abrahán, nos van a exigir que nos comamos los alimentos con envoltorio y todo, como gesto que definitivamente demuestre nuestra voluntad de limpiar el planeta y contribuir a la desaparición definitiva de esta plaga. Nuestros estómagos, que no son tan delicados como los de ellos, se irán acostumbrando, y en dos o tres generaciones nos haremos rumiantes, como las ovejas. O las cabras que flotan hinchadas tras el monzón.