Con respecto a este recién descubierto amor adolescente por el viejo centro, que les ha dado a unos y otros, como una epidemia de gripe aviar, como un capricho senil, he de disentir y no estar de acuerdo con los que ensalzan las virtudes de ese punto equidistante. No soy yo quién para enmendarles la plana, pero tengo un antecedente bastante ilustre que me sirve de apoyo a mi cojera intelectual: Hace tiempo Jesucristo tampoco estaba muy de acuerdo con aquellos que no son ni fríos ni calientes. “Esos – parece que vino a decir -, serán arrojados de la boca del Padre, porque lo tibio produce asco”. Algo así
Sin embargo los políticos españoles de postín quieren estar en el centro, y yo no sé si ahí cabrán todos, no me parece que haya tanto sitio. Se empeñan en ir centrifugándose hacia el centro, que ha adquirido un prestigio social innegable, como el de un notario de quince años o el del celador de hospital. El centro es siempre un lugar cómodo, apacible, acogedor… me estoy acordando de la cama. En esta cama lupanaria que es la política nacional, alguien tendrá que sacar alguna pierna o alguna nariz fuera del colchón, porque el centro se ha vuelto irrespirable, con tanto revoltijo, unos encima de otras.
Los que no son ni fríos ni calientes se arrogan el derecho a sostenerse en ese lugar idílico sin tener en cuenta que, al menor descuido, si se mueven un poco, se verán arrastrados al abismo de la circunvalación. Es lo mismo que pasa en el centro del tornado, aquél por el que se asciende al país de Oz, allí se está dabuten, pero si no andas espabilado, con cuatro ojos zen en la cabeza, te atrapa por los pelos para soltarte una descarga que te deja chafado, chamuscado. No hay nada más desagradable que el olor a chamusquina de un probo Ciudadano centrado en lo suyo.
Los que, más mal que bien, practicamos el noble y pacífico deporte de la pesca con caña, sabemos que donde nunca pica una trucha es en el remolino. Ahí, como mucho, lo que puedes es perder una cucharilla. Las mejores pintonas siempre están en la orilla, a la sombra de los sauces, y es por ahí por donde debe bajar la mosca de León o ahogarse la lombriz de estercolero. Los revoltijos del centro del rio solo producen tirones infructuosos, vacíos de contenido, valga la redundancia.
No quiero ponerme pesado, ya he dicho que no soy quién para opinar de tendencias de la moda, odio los pantalones pitillo, pero sólo les diría a los tenderos del centro que mucho cuidado con los agujeros negros. Se tragan todo lo que cae por aquellos andurriales, no devuelven ni los huesos y, como nadie ha vuelto para contarlo, no se sabe si podrán repetir éxitos electorales en ese Universo paralelo y doblado por la espalda en el que han caído.