Érase una vez un Parador en un lugar de Aragón donde acudieron unos puteros de grandes vuelos y bajas camas. Sale a la luz la información de aquellos hechos acontecidos mientras el mundo tiritaba de frío epidémico que no nos dejaba sentarnos a menos de metro y medio unos de otros; que si lo recuerdo yo, o cualquier otro que tuviera un Café, bar o restaurante, por la obligación de guardar distancias mínimas de metro y medio entre mesa y mesa; por si acaso, por si el bicho escapado de Wuhán se metía en más cuerpos a destrozar la salud, en muchos casos hasta la muerte. La cosa no era ninguna coña, y el 2020 resultó verdadera pesadilla para el mundo entero. Pero, pero siempre hay excepciones entre las víctimas, cual el caso del alto gobernante y autoridad moral contra la corrupción del gobierno al que sustituyó, que mientras nos impedía juntarnos a los dóciles ciudadanos y meros mortales, presuntamente él se juntaba con las partes íntimas a ciertas prostitutas traídas para la ocasión desde tierras de Valencia. El putero gordo y feo, que no sé yo muy bien si podría echar un polvo en el mundo entero si no tuviera el poder que su amigo le dio, no se conformó con pasarse por el forro de sus huevos a tanta mujerzuela como pagó y tanta orden que nos dio en plena pandemia, sino que, además, montó tal juerga que una parte del parador la dejó como un cantante de rock degenerado. Resulta que incluso durmió en este mismo alojamiento, no se sabe si participaría de la juerga pues se habla sólo de putas y no gigolos y porque ella niega haberse enterado de la misa celebrada, e incluso otro ministro actual que entonces era jefe de los Paradores llamó al día siguiente para algo que no sé qué es ni me importa porque lo importante es que ha llamado. La pandilla de mentirosos que pululan por estos pagos ya no sorprenderán a nadie más que a sus acólitos que seguirán defendiendo por vulgar militancia y reparto de poder. Una puta, puta, puta, puta pena que nadie reconozca errores, dimitan y den esperanza que aún queda algún remedio para no acabar en la ciénaga absoluta en que están convirtiendo nuestra sociedad. Caraduras, mediocres, gente de baja ralea que por mucho que se vistan de seda no engañan ya a nadie. Y los de enfrente, q1ue no se froten las manos porque vean caer a los que nos gobiernan en este cuento, pues ellos primero tendrán que lavarlas bien antes de frotarlas, para que la suciedad sistémica se pueda vencer, al menos, algo. La banda irá cayendo por la ley de la gravedad informativa que va saliendo. Eso escribió alguien de este cuento.