Pues sí, es una pena que la vista al cruzar el puente se tope de bruces con la fachada recién reformada que hemos visto salpicada de ropa tendida. Cero estética para cualquier fachada que pretendiera ser bien vista, costumbre arcaizante para una ciudad que pretenda ser moderna, aunque, por supuesto, la modernidad en sí misma no tiene que ser un valor necesariamente. En este caso, algo sí. Podríamos valorar el tipo de ropa que es tendida al clareo, porque pueden ser vestidos de princesa y ropa de una buena marca con estilo hasta calzoncillos raídos de tanto usar o bragas grandes color violeta de tamaño super XL que cubren las carnes desde ingles a ombligo. No entramos en materiales, porque no va de eso el buen gusto, ya sabemos que hay gente sin posibilidades para secar su ropa sin tenderle de esta manera, pero para eso podría el Concello tratar de sustituir esta vista sufragando secadoras domésticas que cumplieran la misma función que el clareo.
Es verdad también que, además de razone estéticas, sea esta práctica privada con efecto público una forma de advertirnos donde vivimos, ciudad pequeña con poderes bien localizados donde escuchan las paredes, resultando un peligro para todo aquel que opina sobre cosas como ésta que puede provocar que le salten a la chepa a la más mínima. Hay ropa tendida, se dice para advertir de los escuchantes que utilizan a tu lado lo que oyen para venderte, y no por cuestiones que afecten al futuro de la humanidad sino al buen nombre de algún cacique o poder fáctico con ínfulas de que a él no lo toca ni dios, ni su madre. En este aspecto puede ser bueno que el feísmo tenga una parte positiva, para que crean que somos buenos, dóciles y mansos, aunque por dentro estemos deseando subvertir el medio y dar caña hasta derribar ciertos palacios.