Cuando tienes la inmensa suerte de poder contar en elcercano con un tipo de la categoría humana y profesional de Ángel Carracedo, no puedes sino celebrar con alegría el hecho de contar con un espacio como el nuestro. Te da pena que muchos cercanos se lo pierdan, pues no van a tener demasiadas oportunidades para escuchar tan cuerpo a cuerpo al investigador científico que estuvo ya propuesto para el Nobel, nada menos, pero que te cuenta de sus experiencias profesionales con la misma pasión conque recuerda que un día quiso ser farero, o mil cosas, aunque al final estudió medicina cumpliendo a los 23 años con premio extraordinario de licenciatura. El pescador de centollas que un día fue, antes de engancharse con la ciencia en Suecia, nos recordó a padres, hermanos y estudios autodidactas con exámenes libres en el instituto de Santiago hasta los quince años en que ya esperaba el Peleteiro como paso previo a su ingreso universitario. Curiosamente, en este paso de estudiar por libre a hacerlo en Peleteiro, notó a su favor una mayor -de largo- preparación que los que habían sido guiados en colegios. La historia de padre y madre, entrañable, y así durante hora y media escuchando los 25 asistentes con toda atención cual si alguien estuviera contando un cuento de los que reunían en torno a la hoguera a nuestros ancestros. Un lujo, verdaderamente, y no me equivoco si digo que nunca tantas manos se levantaron para preguntar en el coloquio. Por cierto, también la más cómoda entrevista que jamás hice, porque fue hacer la primera y ya no hizo falta ni una mas, el profesor se soltó a darnos la lección de humanidad, conocimiento y humildad que se ganó la simpatía de todo el aforo. Lástima que se pierdan estas oportunidades, pero… ya sabemos que estos tiempos no están hechos para líricas ni contactos personales como éste. Gracias, Ángel Carracedo.