El título es personal, una interpretación del dibujo del artista pontevedrés X. Conde Corbal. Y es que así me siento yo, como remando continuamente hacia un dónde no sé, de tanta incertidumbre, miedo y zozobra que nos transmite este mundo moderno que quizás haya olvidado su esencia, la de ser propiamente mundo, por no hablar ya de Spinoza y decir Dios. ¡La madre que los parió!; sí, la de los gobernantes y mentes brillantes, como el diamante que han puesto en su cerebro tallado en pos de su mayor valor, pero sin mirarlo siquiera como objeto de prístina belleza; estos auténticos gilipollas en no entenderse, hacen guerras reales, como la de Ucrania o Israel, guerras internas de dictadores contra su pueblo sometido hasta la mayor hambruna, guerras psicológicas para vencer en su tablero Geyper del poder al muñeco enemigo, guerras consigo mismo al amor o la amistad, por no ceñirnos simplemente guerra a la bondad, tan necesaria para soportar los males innatos de nuestra naturaleza; estos imbéciles de tocomocho, corruptos hasta la extenuación, que se sientan en Parlamentos acríticos consigo mismos, que manejan y manipulan la información de la manera más burda cual es la de comprar los medios que en teoría deberían servir de contrapeso al poder y denuncia del mismo cuando se coge un Falcon más de la cuenta o en la cuenta pública se cogen dineros que no les pertenecen, estos macarras de pecho depilado y bíceps de gimnasio lúdico, que no de cargar cajas de mercancía en puertos o transporte; todos estos mamarrachos nos quitan horizontes y litoral firme cada día, lo que nos tiene remando como al marinero del Corbal, pero sin orden ni concierto, mareados de dar tantas vueltas alrededor de nosotros mismos. Ahora llega el presidente del cabello teñido y nos pone boca abajo la economía sostenida, aparentemente, pues no hay más que ver en que manos está la deuda del mundo ¡y vaya deuda! como para no despertar algún día de ese ensueño de gastar y no pagar. Aranceles, pandemia, guerra, idiotez e invasión islámica subrepticia, nos procuran a algunos el deseo de coger la barca y no parar de remar hacia donde no nos coja esta tormenta, pero ¡ojo!, no hay escapatoria, la tormenta es mundial. ¡Vaya dios estamos montando, Dios!