Estamos todos los días pensando en el mañana cual si fuera el horizonte que vemos delante de nuestra napia, a punto de apagarse en la noche. Horizonte dudoso en cuánto a seguir viéndose, aunque por unos instantes nos parece hermoso, como cuando vemos la solución a un problema que nos lleva calentando la cabeza mas de la cuenta. Vivimos días de Carnaval cuyo único horizonte es quemar las naves de Tolosa, que mañana será otro día. Sí, claro, pero ese otro día llegará y nos pedirá cuentas, y la risa y la sonrisa se moverán de mueca hasta volver a recuperar la normalidad. Este euforia desmadrada es un viva la fiesta continuo que a algunos nos despiden hacia entornos más seguros, con menos ruidos y menos gente simpática por un día, o dos días. Aquí estamos sin que nadie corte el tráfico ni que suene la orquesta de turno o comparsa, que una cosa es un ratito de música que alegra y otra muy distinta el chunda-chunda lleno de vatios que estropean cualquier martillo de oreja. De fiesta en fiesta y tiro porque me toca, porque me deprime si no se deja, la fiesta, de que abuse de ella, y aquí no hay delito, ni pico de Rubiales que nos meta en ningún lío. Mañana volveremos sin sufrir tanta movida, más tranquilos que otros que de sentir que se acaba la fiesta llorarán antes de la sardina, durante y después del entierro pertinente. Pues d.e.p.