¡Carallo con la cuesta! es peor que una empinada ciclista de categoría especial, de esas que tienes que subir zigzagueando para no caerte. Y es que veo, mejor dicho, no veo a la gente acercarse a tomar un vaso de té y ni siquiera por correo o email. El tiempo climatológico es verdad que no ayuda, está oscuro, pero no es eso, es más que el que queda con uno no llegue a la cita ni se disculpe, no avise y vuelva a llamar cuando le apetece como si no fuera con él la cosa. Es el tiempo, ahora ya no climatológico sino el que más desespera, tiempo de no decir verdad o darle la vuelta a la mentira como si fuera una sencilla tortilla, de tal manera que nadie se escandaliza por nada y por mucho que la mierda huela que apesta. Hoy me llamó Alfredo, amigo de infancia que vive en San Sebastián, porque no tenemos noticia de otro amigo desde hace varios días en que no suena un “dígame” de vuelta a las llamadas hechas. También hoy recibí respuesta de Susana Fortes, que anda a tope con la promoción de su gran novela última, para… Y a Jesús Monroy lo estoy esperando a que llegue de Madrid para retomar nuestra última conversación, allá por los setenta de siglo pasado, ¡qué pasada de intervalo! Es un profesional de la comunicación formadora de portavoces y demás personas que necesitan entrenar su forma de hablar en público; mucha experiencia y bastantes kilos de más respecto al flaco en tiempo de queimadas caseras de años estudiantiles en Madrid Pero bueno, hoy estas personas de distintos tiempos y circunstancias tienen un nexo diferenciador, son de palabra, porque antes era distinto a este respeto por las formas y las quedadas. Por supuesto que, cuando una caja que se abre muestra una fotografía olvidada, piensas que realmente que el pasado fue mejor; porque en la foto asoma la compañía más cálida que te daban íntimos amigos y la chavala que siempre te gustó, todos juntos y en un apartamento de playa donde no quedaba otra que ver el mar a través de cristales porque el invierno de entonces mojaba igual que el de hoy. Miras la fotografía, y la vuelves a mirar pensando hasta el hondo del recuerdo para sacarlos del papel y volver a estar con ellos. Claro, es una irrealidad, pero este engaño no perjudica a nadie, cual el que asomaba al principio de esta reflexión, y por ello te reconforta volver a oír voces tan entrañables dentro de ti.