Desde ayer cuelgan once grabados del pintor Xosé Conde Corbal en el Museo madrileño con motivo de la exposición que este museo dedica al “esperpento”. Los dibujos de Conde Corbal elegidos para estar en dos salas son de la serie Valle Inclán, autor de culto del pintor. La cosa tiene mérito y la cosa viene dada porque Ana, la más pequeña de los hijos de Xosé, un buen día envió al Museo la referencia de la página web dedicada enteramente a su padre. Aún quedan comisarios que saben y ven más allá de lo que lo hacen otros responsables que de saber poco pero tienen el mando en plaza para decidir quien expone y quien no. Bueno, no vamos a hablar de la cancelación del periódico con quien litigó la familia por causa de bimbiar el título “El Ourense Perdurable” para otro libro que ni fu ni fa, porque el tiempo quita y da razón al que la tiene de verdad, y así Conde Corbal seguirá creciendo en el tiempo donde su paso eliminará prejuicios sobre el personaje, cuya pintura no tiene discusión respecto a su valor artístico. Pues si ayer llorábamos por un pintor vivo que murió, hoy brindamos por un pintor muerto que revivió.
Por cierto, hoy me encontré con un reportaje sobre una nueva tendencia de lectura que está reventando los métodos clásicos y tradicionales, aunque sea estéticamente al menos. Porque le llaman Fiestas de Lectura, donde un gran grupo de gente se reúne en un mismo sitio para leer individualmente pero con la compañía de las letras que otros también leen y que no son las mismas. Lo leí en Lo País, que diría Arcadi, y la esencia del éxito consiste en preguntar y que te pregunten qué estás leyendo y ello sea motivo de conversación. A mí me encantó porque esta idea en parte la asumimos en elcercano, y también en parte la llevamos a cabo cuando por ejemplo está Pepe leyendo su libro y le pregunta Cándido qué lee. O llega Carlos Barrajón hoy y soy yo quien le pregunta qué lleva dentro de la bolsa de Tanco. E Inma con los “Días Salvajes” que próximamente nos presentará su autor David Jiménez. Que pasa en uno y otro lugar, que uno es Nueva York y el otro Ourense, que allí son decenas de personas reunidas y aquí somos un puñado que se cuenta con las dos manos. Pero que nos quiten haberlo pensado muy anteriormente a lo que lo han hecho los triunfantes americanos. “Creo que leer no tiene por qué ser algo solitario. Por el contrario, puede ser muy social. Hablar de lo que se está leyendo es una forma genial de romper el hielo en las conversaciones con otros”, explica Ben Bradbury, uno de los cofundadores de Reading Rhythms. Pues en elcercano también lo creemos.