Como para algunos, digamos los que no pisan playa y sí asfalto, este clima de temperaturas más bajas de lo habitual para la época y el añadido de agua de lluvia más de lo normal es una bendición de Dios, para otros, los que veranean al borde del mar y más todavía si han pagado el alquiler al precio de media financiación de un coche eltiempo que está haciendo es una mierda, convengamos entre los dos puntos de vista el título de hoy, un verano regular. Al menos en Galicia, claro, porque hay quien llega de Ibiza de pasar una semana pasada por sol y calor a tumba toalla abierta. En la ciudad, también la viguesa, una forma de plantar el culo en asiento es hacer un poco de terraceo. Hoy lo hice yo, solo, con un vino en la mesa y observando lo que ocurre alrededor, por ejemplo, el músico de rock recogiendo ya su guitarra eléctrica y micrófono de voz, que no digo que no esté bien un ratito pero también digo que podemos vivir sin su ruido y otros muchos. La vista desde mi silla me ofrecía el panorama urbanístico de la ciudad tal como fue, cuyo presente únicamente ha reformado pisos y locales pero el reloj de la catedral sigue marcando el tiempo de siempre. Estuve a punto de llamar a algún amigo para acompañarme en este rato en que estaba sólo, pero, la verdad, hay soledades pertinentes, sobre todo cuando la voz no está para levantarse sobre el murmullo de la gente y hacerse escuchar por el acompañante. Claro está que una soledad coyuntural no es la soledad temida, pero es que, además, hay un combativo guerrillero contra esa enemiga cual es la lectura. Acompañarse de un buen libro como es el que hoy tengo en mis brazos, “Shostakovich contra Stalin”, además de esa compañía que te hace no sentirte solo, en este caso te proporciona armonía con tu vida, estar en paz al leer como otros, con mucho más talento cual es el músico ruso, han sufrido una vida de perros. Ya decía Erasmo que hay que compararse con los que están o viven peor que uno para no perder el ánimo, incluso tenerlo bueno. Hay días que por circunstancias personales el animo está alicaido, pero entonces leemos y resulta como cuando llega el sueño, nos liberamos de esa pesadilla del día, que no quiere decir que al día siguiente no vuelva, pero vuelta a leer, y así sucesivamente hasta que la palmemos.