Hoy vino Adolfo a la tertulia matutina y aprovechamos para saber bien, de primera mano, su historia de “arrivederci España”, cuando tocó, que fue en el 68, tras pasar un mes en el talego. Entonces, Adolfo puso pies en polvorosa vía Hendaya con destino París. Tan solo dieciocho añitos tenía el amigo cuando desembarcó en el mayo del mítico año, con cierta casualidad de entrar en nada menos la Universidad de Vincennes, donde estudiaría cine, coincidiendo con los Deleuze, Derrida y demás profesores franceses que acabarían en las universidades americanas confundiendo al personal hasta nuestros días. Que leyó como un poseso en la celda española, o que hacía los guiones suyos y del de al lado en París, como su fervor por el Quijote, son cosas que escuchadas de viva voz por el que las protagoniza que se quedan en la memoria del tertuliano. Es ahí cuando la tertulia coge un carácter más íntimo, y refrescante para los tertulianos asiduos por la mañana en elcercano más habituados a escuchar críticas y comentarios de libros y más libros, de ciencia y de datos y más datos culturales. Me gusta la tertulia, desde luego, casi más que ninguna otra cosa de las que me gustan.