Hoy volví a pasar a su lado y lo pude ver desde la acera, es el hoyo que dibuja una disputa del alcalde con la constructora Copasa. Este hueco en la tierra comprada para solar, pero no sé muy bien si al precio justo, obstaculizada en el propósito de su comprador de subir una torre, que se torna de Babel por culpa de ambicionar besar el cielo, bien pudiera reconvertirse en un gran aparcamiento para dar servicio a un barrio que no cuenta precisamente con mucho de ello, de aparcamiento, máxime cuando el aparcamiento de la Estación tiene de antemano reservado en la primera planta gran parte para los coches de alquiler. La situación es idónea, además, para dar servicio a otros que puedan venir de fuera de la ciudad buscando el atractivo de las Termas, que algún día lo serán, atractivas de verdad. Claro es que uno piensa con la mentalidad de ciudadano normal y paseante que disfruta viendo su ciudad cómoda y agradable, y no con billetes en las retinas, que nublan la vista. Billete, billete, billete, será lo que piensa un terrateniente de rascacielos, pero mejor sería menos beneficio post morten y más rentabilidad inmediata. Yo veo este espacio, que podía levantar hasta cuatro o cinco plantas subterráneas y otras tanto en altura, y me salen a ojo de buen cubero en torno a 500 plazas de garaje nada menos, para explotar en venta o alquiler y explotar de alegría por tapar un conflicto que nos muestra la incapacidad de resolver conflictos.
Adiós con el corazón… Las maletas salieron esta mañana a la calle ourensana como, seguro, salieron otras en todas las ciudades españolas. Tocaba recoger la vacación y volver a la rutina, bendita rutina que a muchos se atraganta, tal vez porque andamos buscando siempre fuera lo que quizás esté dentro de uno. Decía Pascal que el problema del hombre era no saber estarse quieto, y al sabio no le voy a contradecir yo. Y ahora toca devolver el crédito que pedimos para estos días que, además, vino con chaparrones constantes. Bueno, ya habrán llegado muchos a su destino, y llega también el olvido de los días vividos, porque la vida es así y no hay salida.