Hacía tiempo que no entraba en esta iglesia, los Franciscanos, donde iba mucho de pequeño, a misa con mis padres. Recuerdo que casi siempre nos sentábamos en uno de los bancos al lado de ese retablo del infierno, que a mí me acojonaba de miedo, pues imaginar ver arder así a los cuerpos pecaminosos es verte arder a ti también, pues que tire la primera piedra quien no haya pecado. Sí, es verdad que teníamos la confesión para volver a ser buenos para el cielo, pero miraba de lado ese fuego esculpido y me quedaba de piedra. Eran tiempos de misa y de iglesias abarrotadas, muy distintos a lo de ahora, casi vacías; pero hoy me dio por entrar al ser viernes santo, porque ya está bien de incoherencias, disfrutando mini vacaciones a costa de una fe religiosa a la que le damos la espalda absolutamente. Así que entré, recé un padrenuestro y admiré el templo en su belleza pétrea iluminada cálidamente.
Pero del tiempo de Cronos al tiempo climatológico, y de ahí al cambio climático con el que nos atizan permanentemente para hacer negocio los que siempre utilizan el miedo para ello. Que si la sequía nos iba a impedir la vida a partir de ya, y no para de llover desde hace días rebosando los ríos como el Miño, que va soberamente cargado de agua hasta desbordar las orillas a su paso de compuertas abiertas. Agua que se acumula en embalses a un noventa por ciento en Galicia y que sube la marea de muchos sitios, incluida Andalucía. Estas aguas son benditas, no las de Málaga y Algeciras por donde circulan los narcos con sus lanchas asesinas, cada día más salvajes en su forma de delinquir porque no hay manera que Interior luche decididamente contra ellas. Los narcoestados se instalan de esta manera, por indolencia, corrupción y cobardía de los responsables que tienen que combatirlas, y no hay derecho que suceda ésto. Esperemos que no estén tan sucios que la inacción sea adrede, la sospecha de intereses de Marruecos estará permanentemente, más si cabe cuando el gobierno no dice nada ante los ejercicios bélicos del país africano al lado de las Canarias. Ay, las aguas bajan revueltas.
Y con el agua menos peligrosa de lluvia incesante en la ciudad acabamos. Qué vergueza ver que ya las sombrillas y demás mobiliario en caso de lluvia tan pertinaz como la de hace dos días, no se recogen, sembrando el paso peatonal de ellas. ¿Cuántos metros son sisados a los peatones por mor de este caso inacabable de falta de regularización? Pues ya se puede apreciar en la foto. Un abuso que ya aburre pero hay que decirlo.