Cualquier día es un día cualquiera, donde las cosas nunca puedes ser iguales como el río de Heráclito, sin embargo parece que sea el mismo que ayer y previsiblemente igual que el de mañana. Y Dios lo quiera, porque estamos a una edad más cerca de la noticia fatal que la de una alegre borrachera. Sin embargo, estos días cualquiera se suceden entre gente de paz y buena, que siguen buscando mas conocimiento y acercarse a la verdad que resulta verdadera quimera pero provoca un encuentro humano que a alguno nos satisface sobremanera. Tocaba hoy tiempo de literatura y Pura Veiga nos trajo a Xulio L. Varcárcel, a quien esperamos cualquier día que le apetezca venir a contarnos él mismo su propia literatura. Vendrá, seguro. Hoy Pura repasó su obra, contó alguna anécdota y pudimos ver fotografías sueltas, entre las que estaba una de grupo con Manuel Rivas, Pereiro y alguno más que resulta una curiosidad.También Carlos Barrajón se sumó a la faena y nos leyó algunos poemas del protagonista hoy. El grupo oyente estuvo atento y mañana colgaremos el vídeo en la página para poder repasar lo que dio de sí la de hoy.
Hoy también pasó algo excepcionalmente gratificante para elcercano, pues llegó una amiga con tres botellas de vino en una caja de madera, vino de altura… y ya me comprenden a qué altura me refiero, para obsequiarnos, simplemente por hacer lo que hacemos, estar donde estamos, y ser como somos. ¡Joder, si se agradece! En una tierra donde los que saben mucho se van porque no soportan a otros que saben más y no se van a ausentar, y los que saben poco ni se enteran ni se les espera, y, por tanto, nos encontramos muchos días sólos, aunque aquí sí reconozco como verdadero el refrán de que mejor solos que mal acompañados,o aquel que dice: no me quites mi soledad si no me das tu compañía. Pues bien, cuando estamos más o menos pensando en retirarnos a los cuarteles de invierno, llega el vino tinto de esta mujer a alegrarnos con su vista, ya les contaré cuando sea de catarlo y trasegarlo. Gracias de corazón, querida detallista.
Y pasaba por el Parque cuando veo ya media calle invadida por el sentimiento de ocupación adquirida, dado por la ineficacia de la falta de resolución al respecto. Ya ni se molestan en recoger las sombrillas cuando hace un poderoso viento, las tumban entre mesas y sillas y bloquean el paso porque les sale de los huevos. Mira que a mí me gustan los huevos, pero los de comer, que no los que ponen encima de las mesas quienes se apropian del bien público y colectivo. Dejar hacer y se va al carallo la forma y el respeto. Que no es para tanto, desde luego, pero me toca los huevos.
Y mañana hablaremos del Gobierno, o no, mejor no, hablaremos del matrimonio holandés que nos conoció ayer. Pena de que se vuelvan a su país.