Si andas encima de las aguas, o sea, atraviesas por la pasarela desde el Centro Comercial al barrio del Puente, te ocurrirá lo que a mí al ver de frente todas las fachadas de las casas que nos saludan con sábanas en son de paz. Pero nadie cruza esta pasarela o el Puente Romano pensando en ninguna guerra sino más bien en la paz que proporciona el caminar, sobre todo si el sol te calienta el cuerpo adherido del frío invernal. Lo que pasa es que te produce cierta tristeza y baja el ánimo contemplar fachadas desconchadas, despintadas y poco estéticas en un lugar nada menos que espectacular, cual es siempre el que desde las ventanas se asoma uno al río y sus aguas de vida. Es un paso transitado, que aún lo será más el día que la infraestructura balnearia sea la que merece su capacidad termal, el día que se descubra el recurso endógeno de estas aguas con riqueza medicinal tal como un bien que puede tirar de la economía local, ese día, tal vez, a alguien se le ocurra revestir esas fachadas de una dignidad acorde con el objetivo de revalorizar Ourense a un turismo de lujo, que está acostumbrado a la contemplación de la belleza porque paga generosamente por ella. Que se hable con los vecinos, hágase un concurso de revestimiento chulo, y la postal que vermos desde la terraza del Centro Comercial será diferente a la de ahora, atrayendo la vista que hoy se aleja por razones obvias. De paso, digamos, repitamos, llamemos la atención sobre la carretera de Monforte a su paso por entre puentes del río, para soterrarla y no sea obstáculo para integrar el río en la ciudad, sin barreras idiotas. Algún defecto tenía que tener el intelectual que firmó la falta de perjuicio grave que se ocasionaba a Ourense, y me guardo el nombre de éste porque era querido de mi tío el pintor, pero es que… Bueno, pues eso, adecentar esas casas que tiran para atrás al observarlas.
Fachadas a cambiar
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