Nunca llueve a gusto de todos. Si por un lado da gusto ver como avanza Oporto con su rehabilitación, desde el metro a los inmuebles todo parece tomar una cara mejor, por el otro significa que los precios que se pagan por dichos inmuebles son tan desorbitados que no hay portugués medio que lo pueda pagar, y de ahí que vuelen del centro. Pero dentro de esa dinamica, y en pleno centro urbano, aún te encuentras calles que viven de espaldas a esa reforma genérica que conlleva al fenómeno de la gentrificación. No obstante, Oporto sigue obteniendo reconocimientos como ciudad de mérito, ciudad bonita, ciudad donde te puedes encontrar a una amiga como María Cuevas, hoy vecina de A Coruña pero ourensana siempre, en la baixiña, o a Pepa con su familia que pasea por estas calles con el hijo recién llegado de Dublín. Magnífico Oporto con su oferta cultural que en esta época del año se refresca con un festival de Jazz tan completo que es envidia de muchos lugares que desearían tenerlo en casa pero que es imposible porque no en todos los lugares existe una Asociación como PortaJazz que lo organiza. Pero es que hay que ver que son tres días llenos de grupos de músicos de jazz que concentran en cada día seis conciertos, amén de otras actividades. El festival, además, cuenta con un marco increíble, donde nada menos que utilizan cuatro espacios diferentes dentro de su edificio para empalmar los conciertos como si la máxima fuera “que no deje de sonar la música”. Por otro lado, decir que estos amigos de PortaJazz no dejan de mostrarnos su afecto cuando nos ven entre el público, y nos agasajan de tal manera que nos hacen sentir también protagonistas activos del mismo. Un arroz de mariscos y las natas mejores del mundo, culinariamente dan la talla del resto, y así se vuelve uno de Oporto con el Duero y un Oporto en el cuerpo pensando en volver en cualquier momento para seguir sintiendo el mismo afecto. De diez el respiro de la cotidianeidad, a tan solo 2 horas de mi hogar.