El día 2, al menos hasta ahora, que parece que cambió la cosa al día 5, se celebra en el santoral cristiano el día de Santa Elisa, y en este día, además de haber nacido mi hija mayor, consecuentemente celebro yo el santo de otra hija llamada Elisa, pero celebraba aún más, por razones de fe de su protagonista, el día señalado para mi madre Elisa. Han pasado doce días que se fue y, sin embargo, por puro reflejo, he pensado por dos o tres veces ir a su casa a felicitarla, cual si siguiera viviendo. Es un segundo el que lo piensas. Después, casi instantaneamente te das cuenta de que no hay nadie a quien visitar en tal lugar, que tu madre ya no está,y sientes ese vacío que deja su alma en la tuya. Como pensaba Borges ya no te queda sino la fotografía, esa donde ya no hay movimiento, y aprietas el cerebro para ver su expresión última con vida, en mi caso cuando entornaba sus ojos mirando hacia arriba, como pidiéndole al techo que se abriera para dejar paso a su cielo, que simplemente era el descanso eterno. No echéis una lágrima por mí cuando muera, porque quiero morir y descansar, y quiero que descanséis vosotros también. Olé, madre, por tu generosidad. No hay dolor ni pena intensa, porque el respeto a su deseo es superior a cualquier otra razón, pero sí vacío, ese agurejo que se mete en el estómago y que no se cierra con ningún alimento, solo el tiempo hará su duelo y volverá a su estado normal, hasta taparlo y hasta la próxima. Como quiera que hoy me he sentido más huérfano debido a la onomástica que correspondía, he cogido una de las fotografías donde más feliz la veo, al lado de mi padre del que no se olvidó ni un día en 38 años, nada menos. Seguiré celebrando el santo Elisa el dos de diciembre en recuerdo a ella.
En otro orden de cosas, estoy impactado por la franca hipocresía del mundo político que especialmente nos ha tocado vivir ahora, el peor que recuerdo en casi cincuenta años de democracia. Ver las mentiras convertidas en cambios de opinión, ver las responsables máximas de infancia y juventud sin preocuparse del acoso sexual insoportable a niñas, ver la palabrería inmunda que nos anega, cambios de cromos para puestos de representación en los partidos, que se vaya a negociar a Suiza la compra venta del gobierno español con delincuentes y supervisados por un salvadoreño experto diplomático en asuntos de bandos de guerra, o ver como pilla puesto en Sumar la que lo tenía hace dos días en Podemos, y es que esto parece que va de salvar el culo para el puesto de privilegio a costa de dejar dignidad y verguenza de lado y la lealtad por el suelo; todo esto y más, como ver una fotografía en red social -desafortunadamente, estas informaciones no se ven en periódicos, y ni se comentan si se ven- al representante mayor del Reino en querer acabar con la casta instalándose en “primera” en un avión rumbo Mexico, es que me asaltan los demonios de tanto insulto al conjunto de la sociedad que nos peleamos por ellos. Es Pablo Iglesias el interfecto que ha pasado de su piso en Vallecas, otro que vende motos aunque no de tamaño de Presidente, a viajar con billete de Primera, versus 3000€. Me joden hasta el tuétano que las democracias se carguen la clase media para poder pillar más fácil, cuando es esta la fórmula única de sostenerlas. Al tiempo,