Nunca creí que nadie cerca de nosotros, o sea los españoles, tuviera el cuajo de poner el país patas arriba para poder gobernar él. No entiendo esa ambición de poder sino bajo una óptica de carácter patológico, donde por haber sido el más guapo de su clase y alto para jugar al baloncesto, se ha creído que el mundo a sus pies y los demás a admirarle. No sé si Napoleón, porque con este personaje había mucho síndrome, o cualquier otro se puede identificar este presumido de las narices cuyo valor mayor es mentirle al prójimo como a sí mismo, todo el día y la semana después. No conoce la consideración que del mentir hacia el filósofo Schopenhauer, tildándola del vicio más maléfico que podía existir. Cualquiera que no sea acólito no da crédito hasta donde ha subido este personaje temerario y falso que no advierte en su alto vuelo que la cera que pega sus plumas se puede derretir en cualquier momento. Un tipo que quiere someter a una dictadura, un país democrático, con el único fin de seguir montando en un falcon o que no le destapen sus correos aprisionados por los marroquíes, resulta odioso, porque está haciendo un mal tan importante a la sociedad en general que no hay que descartar nada en el panorama de la paz. Se ha destapado la caja de su esencia, que no esperamos tenga tiempo de airearla por todas partes, porque nos caemos del progreso a toda fuerza. Jueces, fiscales, policía ¿ejército? ¿rey? han denunciado la gravedad de este documento base para la amnistía inconstituiconal. Pero a este tío le importaun pito atender a razones de la magistratura o de otros poderes porque cuenta con los viles medios de comunicación vendidos para que cambien relatos, cosas o noticias, al gusto de macho que paga. Son éstos como putas verbeneras, que se van con el que les de más, Que se haga pronto la noche para descansar y ojala mañana, con el nuevo día, no tengamos que luchar más de la cuenta en favor de nuestra democracia, mala, mala, mala, pero aún así mucho mejor que la dictadura del tirano Sánchez.