La calle está bonita, por sencilla y limpia, amén de práctica, porque elimina esa barrera que supone la pendiente para personas con movilidad reducida. Hablo de la calle Concordia, que hoy abrió sus pasarelas automáticas, amén de retirar todas las vallas y demás artilugios propios de la obra que tardó sus meses. Pero mereció la pena. Ya me lo dirán los que criticaban esta acción cuando vengan de la calle Progreso hasta el Parque de las Mercedes subidos a estas pasarelas. Esperemos que no las boicoteen vándalos ni desalmados oponentes a la concordia vecinal. Esperemos.
Diez mujeres y un libro. El de hoy, no sé si igual que el del mes pasado sería novela, aunque mucho sospecho que así fuera. Y es que a la mujer le atrae más las ficción que el ensayo; en casi todos los clubs de lectura que conozco se tiran más por personajes de novela que no de ciencia, por ejemplo, o de historia. En cualquier caso, resulta un placer verlas reunidas en torno a leer, sobre todo en tiempos marcados por el mundo de la imagen en el devenir de la vida individual y social. Lo que yo me pregunto es porque no hay ni un tío entre ellas, ¿habrá querido alguien del sexo masculino estar y no lo dejaron? La respuesta el próximo mes, que vuelven a elcercano y que aprovecharé para preguntarles por este fenómeno de género.
Llegué hoy a elcercano y un tarado me puso un cartel. Busqué alrededor, en otro local y portales próximos y nada, no había otro cartel similar, por lo que deduje la intencionalidad. Y me pregunto por qué la gente no respeta al prójimo y le invade, ahora con cartel, mañana con pintada, pasado con meada de perro, y al otro con lo que sea con tal de no mirarse en el espejo de su casa y decirse: ¡pero que tonto soy, Dios mío! Pues nada, hijo, mírate, reconócete y deja de molestar al prójimo.
¡Ah, y mañana hablaremos del Gobierno!