A mí este tío me tiene asombrado. Llegó a ser presidente del gobierno español cuando su competencia y capacidad es tan inane como demostró el resultado de su política, hundiéndonos en el fango. Lástima que viniera Rajoy empeñado en que el éxito del país pasaba por no ser intervenidos por Europa, cuando lo mejor hubiese sido eso, como le paso a Portugal e Irlanda, hoy países envidiados respecto a España. Pues con el fracaso rotundo, Zapatero no se retiró a su casa de León a pastar legañas de sus ojos y dejarnos en paz, cuánto bien a la humanidad hubiera proporcionado en caso de haberlo hecho, no, él tenía que seguir tocando las pelotas vendiendo su falabarato en Hispanoamérica, sobre todo en Venezuela donde Maduro es un buen amigo ¡manda carajo!. Pues no, no le llegó ese periplo de dinero, asesoramiento y vaya usted a saber qué posibles operaciones tipo Delcy pudo amparar el susodicho, que el tipo anda en primera línea en este momento donde reina el Perico Sánchez. Ahora el expresidente arropa a Griñán para que no entre en la cárcel pese a ser un delincuente juzgado; el condenado por prevaricación y malversación en el fétido caso ERE parece ser, según el amigo de León, un hombre «incapaz» de cometer un delito. La sentencia de la Audiencia ratificada por el Supremo es, dicen, «injusta». Y se queda tan a gusto. Estos políticos que las hacen y después no quieren pagarlas nos tocan las narices, porque ya está bien de esta corrupción militante donde el amigo nunca debe pagar y que sean otros los que paguen por él.
El inefable Zapatero
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