Es el chiringuito de la playa desde donde vemos muchas tardes la puesta de sol. Es la palmera que tenemos delante la que le da un toque inconfundible. Busqué el rayo verde pero ¡imposible!, y como es tan difícil ahí que me dijo Juan José de un amigo capitán de barco que navegó varias vueltas del mundo por esos mares de Dios y sólo en tres ocasiones lo vio. Pues si a él le costó, al viejo marino cómo no nos va a costar verlo a un tipo de interior que pasma frente al ocaso en el mar durante parte del verano. Sé que lo vieron unos amigos desde Patos, y les creo, pero es que estos llevan también toda la vida contemplando las Cíes, donde se oculta el sol, en busca del rayo verde. Que me decían en San Vicente que buscase un apartamentito para instalarme allí, por aquello de la buena música que se escucha, y yo que les respondía que aquí donde estoy está parte de mi vida y un rayo verde esperándome algún día.